Las mañanas de Juan Carlos son siempre movidas. Este caleño de 33 años de edad vive desde hace 11 en Guayaquil y es reconocido por sus entretenidas clases de bailoterapia y entrenamiento físico, que da en distintos gimnasios del norte y sur de la ciudad.
La mañana de este lunes 20 de junio del 2016, cuando se recuerda el Día Mundial del Refugiado, Juan Carlos varió un poco esa rutina. A las 09:00 llegó con la camiseta de la selección colombiana a la Plaza San Francisco, en el centro de la urbe.
Esa fue una de las paradas de la ruta del ‘Tintico por la paz’, que abarcó varias esquinas a lo largo de la avenida 9 de Octubre.
Algunos refugiados compartieron el delicioso café colombiano con los transeúntes y aprovecharon el momento para conversar sobre sus derechos a la salud, educación, empleo, seguridad social.
“Al comienzo es complicado porque la gente ve en tus documentos que eres refugiado y te mira como un bicho raro -dice Juan Carlos-. Quizá piensan que uno viene haciendo un acto delictivo pero es lo contrario, somos víctimas”.
Él dejó su país por amenazas de un grupo al margen de la ley. “Como daba clases de educación física vieron mi porte, mi estatura, y quisieron reclutarme. Yo me negué y empezó la persecución”.
Ahora la música tropical lo ayuda a olvidar el pasado. Sin embargo, confiesa que aún debe afrontar ciertos problemas para alcanzar derechos como obtener una factura con su nombre. “A veces hago trabajos por activación y marcas. Pero es difícil hacer esos cachuelos, como les dicen por acá, porque piden facturas. Y tener facturas con la visa de refugiado es complicado”.
Ecuador acoge a cerca de 60 000 personas en situación de refugio, como explica Manuel Do Santos, jefe de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en Guayaquil. Solo en esta ciudad hay 3 000 refugiados reconocidos y cerca de 2 500 solicitantes. El 98% es de nacionalidad colombiana.
“Siempre ser diferente, tener documentos diferentes como un carné de refugiado, causa que algunas instituciones no entiendan inmediatamente de qué se trata. La idea es que conozcan que es un documento válido”, dice Do Santos.
Para acceder a la visa de refugiado, los solicitantes deben acercarse a la Dirección de Refugio, del Ministerio de Relaciones Exteriores y Movilidad Humana. El primer paso es llenar un registro con datos básicos y luego les darán una fecha para una entrevista.
En tanto, durante 10 días, su caso será analizado. Y si su pedido es admitido pasará a una comisión que le otorgará el estatus de refugiado.
Sonia Véliz es la delegada de esa dirección en la zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón). Explica que desde el 2010 han registrado 3 171 solicitudes de refugio y otorgado 235 visas de refugio, un documento que únicamente se da por condiciones de violencia e inseguridad, más no por migración económica.
Véliz además aclara que los documentos otorgados a los refugiados son válidos para cualquier tipo de trámite. “Ellos pueden acceder a un trabajo, al seguro social, pueden abrir una cuenta bancaria, hasta obtener licencias. Lo que pasa es que, por desconocimiento de las instituciones y de los mismos solicitantes, muchas veces se incumplen estos derechos”.
Lina sonríe aunque guarda una historia de dolor. “¡De Medellín pa’l mundo!”, dice cuando le preguntan de dónde llegó hace siete años. Desde su ciudad natal huyó con su esposo y sus cuatro hijos por amenazas de muerte.
Pero la familia tuvo que afrontar un duro comienzo en Guayaquil. “Dormíamos en el suelo y teníamos trabajos en los que nos explotaban. Yo trabajé en casas, mi hija de niñera, lo muchachos no pudieron estudiar y tuvieron que vender cosas en sitios turísticos de acá. Teníamos quincenas de USD 60 y juntando lo de cada uno lográbamos mantenernos”.
Esta mañana usó una pollera tricolor y se dejó llevar por el ritmo de un ballenato. Esa fue su forma de reclamar por sus derechos.
“Dicen que tenemos los mismos derechos, pero muchas instituciones lo desconocen. Hay que educar a la gente para que comprenda cuál es nuestra situación, para que sepan que también somos ciudadanos”.