Técnicos del Colegio de Arquitectos y el Foro de la Ciudad visitaron la casa de Segundo Vásquez, en La Roldós. Foto: Ana Guerrero/ EL COMERCIO
El segundo piso está apenas en columnas, bloques arrumados, fisuras. Es una casa que empezó a levantarse sin parámetros técnicos. Sus dueños: Segundo Vásquez y su esposa, Carmen Cevallos.
Desde la segunda semana de julio, la realidad cambiará para esta y dos familias más de la Cooperativa Jaime Roldós Aguilera. Sus casas son parte del plan piloto de reforzamiento, emprendido por el Foro de la Ciudad de la mano del Colegio de Arquitectos.
El hogar de Vásquez y Cevallos es parte del 65% de construcciones informales que se registran en Quito. De ahí que el proyecto del Colegio apunta a llegar al resto de la ciudad y del país, para tener estructuras resistentes a sismos. Esta semana, representantes de la institución prevén reunirse con empresas para buscar apoyo y conseguir financiamiento.
La capital está expuesta a amenazas, siendo el riesgo sísmico el más relevante por estar sobre una serie de fallas. Por esto, el presidente de la institución (local y nacional), Pablo Moreira, apunta a la raíz de la iniciativa: la seguridad, para que las viviendas protejan a la persona y, en caso de un desastre natural, no se conviertan en ataúdes. En el Ecuador, la informalidad de las construcciones es alta: hasta el 70%.
De hecho, en la recta final de la administración municipal anterior se aprobó la Ordenanza de Regularización de Edificaciones Informales Existentes. Esta contempla que construcciones de hasta 120 m² puedan formalizarse pasando por un proceso de diagnóstico y reforzamiento estructural.
El Presidente de La Roldós (izq.) hace una inspección. Foto: Ana Guerrero/ EL COMERCIO
Moreira señala que la actual administración ha mostrado su interés en colaborar con el proyecto, por lo que espera el respaldo o aporte formal.
El proyecto continúa y la vivienda de Vásquez responde a dos de los parámetros para ser considerada una edificación informal: se levantó sobre un terreno no regularizado y no siguió normas técnicas.
Hace poco más de tres décadas empezó a edificarla y todavía no concluye la obra.
El presidente del barrio La Roldós, Leonardo Cuestas, recuerda que las primeras casas se armaron con palos. Hace unos 36 años, 1 200 socios fueron los pioneros, pero ahora llegan a los 3 400.
Moreira alude a otros escenarios para considerar informal a una vivienda, como ser construida con normas técnicas, pero en predio no legal; y en terreno con papeles, pero sin supervisión técnica.
A la falta de guía técnica, Patricio Placencia, coordinador técnico del proyecto piloto, añade que hay casas que se levantan en zonas inseguras, usualmente en la periferia.
De acuerdo con el censo del 2010, las viviendas de La Roldós registran un sistema constructivo que utiliza losa de hormigón armado en un 69,7%; ladrillo o bloque para paredes, 91,7%; ladrillo o cemento para el piso, 50,8%.
Según Placencia, las construcciones más vulnerables son las de mampostería simple de ladrillo, adobe, bloque, sin refuerzo interno y sin marcos confinantes de hormigón armado.
Se encuentran en los centros históricos de ciudades de la Sierra. En Quito, hay casos en barrios como La Mariscal, La Floresta, San Juan, América, Las Casas y Villa Flora.
En La Roldós, modelos de simulación de comportamiento dinámico aplicados en el lugar evidencian que, ante un sismo de mediana intensidad, ese tipo de construcciones tiene la probabilidad de sufrir daño extensivo en un 80% y de colapso, en un 45%.
Christian Rivera, gestor de riesgos, ha vivido de cerca los peligros de las construcciones informales en Quito. Y se ha topado usualmente con personas que compran tierras a traficantes o se organizan para invadir. En los dos escenarios construyen de forma precaria.
Atucucho, Paluco, Divino Niño y Nueva Jerusalén son apenas una muestra. “En cualquier momento puede haber complicaciones” y no solo por sismos. Para Rivera, director de Gestión de Riesgos en la anterior administración, hace falta controlar el crecimiento.
En Paluco murió una persona en un deslizamiento y el Municipio expropió los predios. Rivera recuerda que no los derrocaron por falta de recursos. Cuando contaba con estos, volvieron y encontraron que las familias arrendaron los sitios. “Heredaron el riesgo”.
Por eso, Vásquez alerta del peligro al que está expuesta su familia y pidió ser incluido en el proyecto. Él y su esposa deberán buscar un hogar durante la obra, unos 10 días.
Moreira resalta que a más de las condiciones de la cooperativa, decidieron emprender el piloto en esta, precisamente, por la apertura de la gente. Antes de arrancar los trabajos se realizaron talleres y capacitaciones con profesionales, estudiantes y vecinos. Empezaron con el reforzamiento de una sede del Colegio, en Puembo. Les tomó dos semanas.
En el Laboratorio de Estructuras de la Politécnica Nacional, Centro de Investigación de la Vivienda se realizaron estudios sobre el enchape de paredes con resultados favorables. Esta técnica de reforzamiento es hasta 30% más económico que volver a construir la casa. Según el Colegio, el costo por m² neto de la obra es de USD 18, más estudios técnicos.
El proyecto contempla mejorar la habitabilidad de la casa de Vásquez y de otras familias: intervenir un baño sin ventilación, un cuarto sin iluminación, mejorar acabados… “Que dejen de vivir en una caja”.