Hace pocos días, los países miembros de la OEA reeligieron, por aclamación, a José Miguel Insulza, como secretario general. No hubo otro candidato.Durante el ejercicio de su primer mandato, Insulza fue objeto de severas críticas. Algunos países lo acusaron de ser obediente a los dictados del “imperio”. Otros consideraron que su trabajo en defensa de la democracia en el continente no había sido el mismo, por ejemplo, en los casos de Honduras y Cuba. Muchos afirmaron que las ‘indefiniciones’ de Insulza eran una decisión táctica para allanarle el camino hacia una candidatura presidencial en Chile. Es indudable que la OEA está experimentando una crisis que ha llevado a muchos países, incluso, a sugerir la creación de una nueva entidad continental, sin los Estados Unidos y Canadá. El Secretario General no tiene más facultades que las señaladas en la Carta y en otros tratados, o las conferidas específicamente por los Estados miembros. Ese marco de acción puede ser eficaz para crear en América una “tierra de libertad”, en la que se afiance la “democracia representativa” y el respeto irrestricto de los derechos humanos, como dice la Carta, si el Secretario General cuenta con el respaldo de los países miembros. Lamentablemente, no siempre los Estados están de acuerdo sobre el significado de la democracia y la libertad o la manera de cumplir con los propósitos de la Carta. Mientras más importantes sean las iniciativas del Secretario General, mayor será el peligro de que se vean paralizadas por las divergencias entre los Estados, especialmente si obedecen a concepciones ideológicas contrapuestas, lo que condena al Secretario General a convertirse en administrador de un organismo burocrático y no conductor de un proceso continental de consulta, deliberación y progreso colectivo.Para evitar estos peligros, bueno hubiera sido identificar un candidato de gran prestigio y general aceptación, lo que le hubiera habilitado para decidir en situaciones de complejidad. La señora Bachelet, ex presidenta de Chile, llenaba a cabalidad esas condiciones. Lamentablemente, la Carta de la OEA establece que el Secretario General no podrá ser reelegido más de una vez ni sucedido por una persona de la misma nacionalidad. Es claro que, en el mundo internacional, el juego de las soberanías estatales que se condicionan y limitan mutuamente impide a los Estados actuar como quisieran. Si no, ¿cómo se explica la reelección de Insulza, ‘por aclamación’, después de las críticas que ha recibido? El Ecuador, que para Unasur, después de la excusa de Rodrigo Borja, propuso una candidatura basada en consideraciones ideológicas, sin medir sus inconvenientes políticos, bien haría en meditar sobre una alternativa que facilite la unificación de criterios: ¿la señora Bachelet?