Algunos heridos por el terremoto deberán permanecer hospitalizados en el Eugenio Espejo por más de dos meses. Foto: EL COMERCIO
Monserrath y Byron son compañeros de tragedia. Ambos llegaron al hospital Eugenio Espejo el lunes 18 de abril a las 18:00, dos días después del terremoto que sacudió al Ecuador. Un helicóptero los trajo junto a sus parientes, que están gravemente heridos.
Byron es de Paján, pero el 16 de abril viajó junto a su esposa y sus hijos de dos y ocho años a Manta. “Estábamos en un coliseo y todo empezó a temblar, la luz se fue y la gente empezó a salir corriendo”.
Cuando pasó el sismo, lo primero que hizo fue buscar a sus hijos. Los encontró ilesos. Su esposa, en cambio, estaba herida. Había perdido una pierna. Inmediatamente la llevaron al hospital de Manta, pero las instalaciones también habían sido afectadas por el movimiento telúrico. Ahí le cortaron la pierna y pararon la hemorragia, pero el lunes decidieron trasladarla a Quito.
El hijo de Monserrath tiene 18 años y estaba trabajando en un restaurante Chifa cuando la tierra empezó a temblar. Una olla de agua hirviendo se le cayó encima y le provocó quemaduras en más del 50% del cuerpo. Su madre cuenta que deberá esta hospitalizado dos meses. “Este (25 de abril) lunes entra al quirófano y lo van a limpiar y a quitarle la piel muerta”, comenta. A Monserrath la acompaña su hija de 16 años, Denise.
La esposa de Byron, en cambio, debe enfrentar otra operación en la que le removerán parte de la pierna infectada. Deberá utilizar una prótesis para volver a caminar. Los doctores le dijeron a su esposo que estará hospitalizada tres meses.
Los hijos de Byron están en Guayaquil con sus suegros. Mientras conversaba con este Diario se enteró del temblor ocurrido en la mañana del 22 de abril y llama a preguntarles cómo están.
Byron está pensando en buscar un trabajo en Quito, pues la recuperación de su esposa será lenta. En Paján trabajaba en una empresa de tricimotos y su esposa cuidaba de los niños. “Yo dejé mi casa, no sé cómo está, no sé ni dónde están las llaves”.
Ambos comentan que les sirven la comida todos los días y que también pasan a dejarle snacks. Sin embargo, Byron usa zapatos sin calcetines y Denise sigue con las mismas prendas con las que llegó. “Mucha de la ropa que llega no nos queda y no podemos cambiarnos”, cuenta el hombre.
Tanto Byron como Monserrath tienen conocidos cuyos parientes están en el hospital Baca Ortiz. Dicen que les gustaría visitarlos, pero que no conocen la ciudad y que no tienen mucho dinero en efectivo para moverse por la capital. Sin embargo, comentan que les gustaría salir a pasear y conocer Quito para olvidar por un momento la situación difícil por la que están pasando.