¨…El líder revolucionario hizo despertar esperanzas dormidas y concretó postergadas reivindicaciones, lanzó vengativos llamados al odio de clases. Controló a los medios de comunicación, limitó la libertad de expresión y la independencia de la Justicia.
Constituyó una Corte Suprema a su medida y hartó, hasta el cansancio, con el culto a la personalidad. Dilapidó fortunas en propaganda de las pequeñas y grandes realizaciones gubernamentales. El uso frecuente de la radio lo puso en contacto con todo el país.
Un asistencialismo impúdico dejó a millones de marginales dependientes del Estado y aseguró sus votos. En el Congreso mantuvo disciplinada a una mayoría que se tornó cada vez más obsecuente.
Reformó el Código Penal y con la figura del desacato convirtió en delito ofender la dignidad de un funcionario público; así evitó las denuncias de enriquecimiento ilícito y garantizó la impunidad… ¨.
Este es un extracto del libro de Marcos Aguinis ‘El atroz encanto de ser argentino’. Si le resulta familiar, preocúpese, alguien está aplicando la receta del fascismo criollo, de la época peronista, en pleno siglo XXI.