Raúl Castro ordenó darle un escarmiento a Yoani Sánchez, la célebre cubana autora del blog Generación Y. La Policía política la golpeó en la calle. Yoani, una muchacha diminuta y delgada, terminó caminando con unas muletas. Junto a ella otros dos jóvenes blogueros también fueron maltratados. Mientras les pegaban, los amenazaban de muerte.
El pequeño grupo iba a participar en una manifestación pacífica convocada por unos jóvenes músicos por un barrio céntrico habanero. Las mismas consignas de Juanes, Miguel Bosé, Luis Eduardo Aute, Silvio Rodríguez y Carlos Varela durante un concierto multitudinario en la Plaza de la Revolución.
¿Por qué sabemos que Raúl dio la orden de castigar a Yoani? Porque la gran represión en Cuba que se ejerce contra los demócratas siempre es una prerrogativa del Jefe del Estado. Durante 47 años ese papel lo llevó Fidel. Desde hace tres, Raúl dirige la cacería. La lógica de esa sangrienta microgerencia tiene que ver con la dinámica caudillista. El caudillo posee el poder de vida o muerte sobre sus súbditos. En las pandillas verticales, quien ordena la muerte, disciplina y escarmienta es el jefe.
Yoani sufrió los golpes, pero las peores consecuencias las ha sufrido Raúl Castro. El anciano general hoy es solo un gorila más con un ojo involuntariamente hinchado por uno de sus esbirros.
Y lo peor es que esto sucede en medio de una creciente crisis material y moral para la cual no se avizora solución. Todas las pequeñas reformas con las que Raúl imaginó poder acelerar la producción no dan resultado. La sociedad cubana, enredada en las secuelas del colectivismo, continúa tercamente miserable e improductiva.
No obstante, la zona más grave está en el terreno moral. Aunque en la plaza pública gritan “socialismo o muerte”, la verdad es que ya casi nadie dentro del poder suscribe las supersticiones marxistas. Corazón adentro, lo que desea casi toda la cúpula dirigente cubana es una reforma profunda que restaure la propiedad privada, ponga fin al partido único y que Cuba se convierta en un país normal. Están fatigados del cuento revolucionario.
Raúl no ignora esos callados deseos de la gente que lo rodea. Hubo una época en que soñaban con salvar el socialismo. Ya eso no es posible. Sin embargo, la inercia de la dictadura, sumada a la nefasta influencia de Fidel, mantiene al régimen empantanado en el viejo discurso y aferrado a los tradicionales hábitos represivos. En realidad, no saben qué hacer.
El 9 de noviembre golpearon a Yoani y a sus valerosos amigos. Dice Yoani que el hombre que le pegaba tenía el miedo reflejado en su rostro. Lo creo. Son actitudes típicas de fin de régimen.