Redacción Cultura
La Mariscal, ‘la zona’ como la tratan sus habitúes noctámbulos, está hundida en tinieblas. Desde la avenida Colón hacia el sur y desde la Amazonas hacia el este, una oscuridad espesa cubre lo que normalmente es actividad, risas, gente comiendo o bebiendo en las calles.
La zona oscura
Gran parte de los clientes que salieron la noche del sábado fueron extranjeros, quienes están hospedados momentáneamente en la zona de La Mariscal.
Hoy el corte para esta zona está programado entre las 19:00 y las 23:00.
Los ventas ambulantes proliferan durante los apagones, así como los cuidadores de autos.Sin embargo, hacia adentro esa penumbra está poblada de rumores, crepitaciones y ruidos de autos que pasan. ‘La zona’ sigue latiendo, despacio, como un animal sedado bajo la luz de las velas.
En el corazón de La Mariscal, la plaza Foch, los restaurantes y bares no se resignan al silencio, han improvisado leves ambientes musicales con radios a pilas.
Los comensales tampoco han querido hacer caso al encierro que parece sugerir el corte del suministro eléctrico en la ciudad.
Juan Pablo Guanopatín, estudiante de 18 años, salió huyendo del aburrimiento de su casa en el barrio de La Magdalena, donde tampoco había energía cuando él salió. Prefería vagar por las calles a oscuras que volver. “La mayoría de los locales están atendiendo. Puedes hacer lo mismo que si hubiera luz, bueno excepto bailar, ahí hay que improvisar algo”.
La improvisación fue la fórmula a la que acudió la mayoría de propietarios y dependientes de los locales. Pocos optaron por encender sus propios generadores de energía. Cristina Parreño (diseñadora, de 26 años) prefirió entrar a un lugar bien iluminado. “Si con luz es peligroso, a oscuras ni se diga. Creo que los bares sí deberían hacer una inversión para la seguridad de sus clientes”.
Algunos establecimientos, como el bar La Estación, aprovecharon la oscuridad para montar shows con guitarras acústicas y repertorios románticos. Otros, como el restaurante Malabar, adecuaron su oferta de música en vivo a la amplificación natural de las voces de los artistas.
Pese a todo, el vigor del negocio sí decayó un poco, sobre todo en los bares, según Pedro Gutiérrez, empleado repartidor de volantes. “Sin luz la gente desconfía y te esquiva y, como no hay música, solo entran a tomarse algo en los restaurantes hasta que venga la luz”. La oscuridad solo duró hasta las 21:00. En cinco minutos todo volvió a la ruidosa normalidad.