El techo de zinc está sujeto con llantas, piedras, ladrillos, jabas plásticas y tablas. Eso ayuda a que el viento no levante las delgadas láminas que cubren la casa de Jaime Guamán.
fakeFCKRemoveEl joven de 26 años vive en La Forestal, en el sur. Recuerda que cuando llegaron al lugar, hace 17 años, las paredes y el techo de su vivienda eran de plástico y palos. “Solo eran unas carpas pero teníamos que cuidar los lotes”.
Ahora su casa es de bloque, cemento y zinc. Guamán, sus siete hermanos y su mamá, levantaron la estructura. Desde su vivienda se puede observar la avenida Simón Bolívar.
Es maestro mayor de construcciones, pero actualmente no está empleado. Por ahora se queda en casa y acompaña a su sobrina y su tía mientras lavan la ropa en la piedra recubierta de baldosas celestes y blancas. La ropa mojada es colgada sobre los alambres de púa que también son el cerramiento de la casa.
El albañil dice que vivir en este sector no es fácil, porque saben que es una zona de riesgo. “Ahora tenemos miedo de que un terremoto nos deje sin casas”.
En la misma situación que Guamán están otras 85 familias que tienen sus pequeñas viviendas asentadas sobre la ladera. Esperanza Azogue, de 42 años, es otra vecina del sector.
Ella también recuerda que cuando llegaron a La Forestal, las condiciones eran difíciles porque no había ni luz ni agua. Ahora ellos tienen tendidos eléctricos que cuelgan en troncos de eucalipto. Tienen agua potable, pero aún no cuentan con alcantarillado. Es un barrio ilegal. “Como es zona de riesgo, el Municipio no nos va a dar el alcantarillado”.
En la casa de Rosa Quishpe, de 60 años, tampoco hay una red de saneamiento. Viven en el sector de El Rosario, en la ribera del río Machángara, en el centro.
Su casa está prendida en la mitad de una loma y está hecha de bloques que fueron unidos con tierra. Su vivienda se confunde entre los matorrales.
El techo es de zinc y está junto a otras viviendas de similar aspecto: estructuras de bloque sujetos por delgados pilares. Otras casas tienen paredes de tablones.
A Quishpe ya le han hablado sobre la vulnerabilidad de su vivienda. Recuerda que el Municipio ha realizado varias inspecciones. “Dicen que nos van a reubicar. Pero yo no tengo plata para comprar ningún terreno”. Por su edad ella se dedica a la crianza de chanchos para subsistir.
Aunque el barrio El Rosario es legal, algunas casas, como las de Quishpe, tienen que tomar luz eléctrica de una acometida de otro sector. Los postes que sostienen los medidores son de madera. Quishpe tiene miedo de que un temblor o una fuerte lluvia se lleven a su casa al río.
Frente a este sector, está el barrio El Guabo. En el lugar existen unas seis casas que están al borde del Machángara. Allí vive Hilda María Pachi. Las paredes de su vivienda son de madera. Algunas tablas están vetustas.
Ella tiene 65 años y dice que la pobreza es la que le impide construir una casa segura. Los vecinos y el Cabildo han levantado muros de piedra, pero la fuerza del río los ha derrumbado en la época de invierno. Ella también escuchó el rumor de una reubicación. “Pero somos pobres. No tenemos adónde ir”.