Quito es la capital mágica que tenemos los ecuatorianos, de paisajes pintorescos y un cielo azulísimo al amanecer. Además, de una asombrosa belleza arquitectónica.
Desde cualquier ventana puedo distinguir en las mañanas los nevados Cayambe, Ilinizas, Antisana, Cotopaxi’ Llenándome de orgullo el poder habitar en una ciudad de encantos.
Tierra de ilustres quiteños como Carlos Amable Ortiz, el del pasillo Reír llorando; Homero Hidrobo, el mejor guitarrista de América; el inmortal “Potolo” Valencia, conocido como el cantor de Quito, entre otros artistas.
Cuando camino por el centro histórico me siento en un museo vivo, que no termino de admirar todas sus maravillas. Qué decir de la bondad y el don de gentes que tienen los quiteños, con esa cualidad natural para expresarse jocosamente ante alguna situación: la sal quiteña.
El sentir siempre su clima homogéneo me hace afirmar que vivo en la eterna primavera, sus nubes parecen algodones y ver a los niños que elevan sus cometas en Agosto, es todo un encanto.
Tan maravillado me siento de vivir en Quito, que en las noches, al subir a la terraza, siento que tomo con mis manos las estrellas. Centenares de poemas y canciones dejan constancia que no existe ciudad en el mundo más exaltada que Quito.