Dos bicicletas están enganchadas en las paredes de la sala de la casa de Francisco Carpio, de 38 años. Un tercer gancho está libre.
Es el de la bici de competencia, que se destruyó en el accidente que sufrió el pasado 7 de abril. Un bus interprovincial lo atropelló en la Panamericana, cerca de Latacunga. El incidente se produjo mientras se entrenaba para asistir a una competencia en EE.UU., prevista para el 5 de mayo.
Carpio es deportista, corre maratones y desde hace dos años también se entrena en triatlón. Ese día salió desde Sangolquí y debía llegar hasta Riobamba. Recuerda que a la altura de La Calera había una fila de carros. Él circulaba por la derecha y un bus de la Coop. El Dorado, que estaba en la fila, invadió el carril de seguridad y lo embistió. El conductor huyó.
Su pierna derecha, la más lesionada, quedó atrapada en la parte posterior de la llanta delantera.
Tenía una herida de 30 cm y daños en tejidos y músculos. Un pasajero tuvo que mover el bus para que pudieran sacarlo.
A un mes del accidente, Carpio sigue en recuperación, sus piernas están vendadas, camina lento, con ayuda de dos bastones ortopédicos. Está pendiente otra cirugía de injerto de piel en las piernas. Hasta el momento ha gastado alrededor de USD 7 000.
“Dios me dio una segunda oportunidad”, comenta. Está seguro de que cuando se recupere seguirá con sus entrenamientos. No ha perdido la ilusión de ser un ‘ironman’. Necesita una terapia de por lo menos ochos meses para volver a caminar sin dificultad.
Cuatro días detenida
Mónica Coba, de 28 años, decidió no volver a subirse en una bicicleta. Hace tres años un accidente la dejó resentida con las personas y con la Policía. Ella utilizaba la bicicleta como medio de transporte. Un día estaba en la ciclovía de la av. Amazonas, en sentido sur norte. A la altura de la Foch, un taxista intentó rebasar y se metió a su carril. La golpeó y cayó sobre la carrocería del carro y luego al suelo. La bici se destruyó.
Sentía un dolor intenso en el brazo derecho y en el cuello. Tenía una fractura en el omóplato (hueso del hombro). El conductor no la ayudó, al contrario la culpó del percance. “Decía que yo venía a exceso de velocidad y que por el golpe de la bicicleta en el carro, él quedó cojo”. Ella le pedía que la llevara a un médico y que arreglara la bicicleta. No hubo acuerdo.
Entonces, llegó la Policía y le ofreció atención médica del 911. Coba aceptó. A los pocos minutos, los gendarmes le indicaron que iba detenida. Le explicaron que en un accidente de tránsito cuando hay heridos, los conductores involucrados van presos. La prueba era que ella fue atendida por los médicos del 911.
Pasó cuatro días detenida, a pesar de que tenía un cuello ortopédico y un inmovilizador en el brazo. Había una persona que testificó a su favor, pero su testimonio no apareció en el parte policial.
Se inició un juicio, el mismo que se terminó hace seis meses. No conoce la sentencia porque dejó de seguir el caso, perdió la fe de que se hiciera justicia en su caso.
Por eso, ahora prefiere ser un peatón. Está convencida de que si se enfrenta a otro accidente, no debe quedarse a reclamar sus derechos. “Es preferible huir, así yo sea la víctima”.
Dos veces atropellado
Daniel Medrano, de 32 años, es chef en el restaurante La Cleta.
Su pasión por la bicicleta es una herencia de familia. Él viaja todos los días en bici desde el Comité del Pueblo hasta La Gasca, donde estudia, y luego va a la Foch, donde trabaja. En dos años ha sido víctima de dos atropellos.
La primera vez circulaba por la av. América, iba detrás de un carro. A la altura de la Villalengua, el vehículo se detuvo de manera inesperada. Para no chocar, Medrano se abrió a la derecha y fue impactado por otro carro. Él recuerda que cayó al piso y solo veía el cielo. Su rostro sangraba. Nadie lo ayudó, los dos conductores se fugaron.
Los médicos tuvieron que reconstruirle el pómulo derecho y parte de la quijada. Se quedó nervioso, durante dos meses no podía subirse a su bicicleta. Luego, poco a poco la retomó y volvió a movilizarse. Hace un año, fue víctima de otro accidente. Estaba por la av. Eloy Alfaro, por el sector del Ministerio de Agricultura. El conductor de un vehículo estaba hablando por celular. Medrano le hizo una señal con la mano de que iba a cruzar.
El chofer no lo vio y lo arrolló. El ciclista quedó debajo del carro y el conductor no se percató. “Con mi mano golpeaba la carrocería del carro, pero seguía rodando”.
La varilla del volante se le incrustó en la quijada. El conductor paró porque no sabía por qué el carro se detuvo. Cuando se bajó cayó en cuenta de que lo había atropellado. “Se llevó las manos a la cara y dijo Dios mío”. Lo trasladó a una clínica y pagó los gastos.
Para Medrano falta más prudencia en las calles. Pero no cambiará su bicicleta a pesar de los riesgos. Se siente libre.