Ellas ven diferente a la ciudad

Un equipo muy particular. ‘Las conejitas’ participaron con  llamativos trajes. Por La Mariscal, arrancaron más de una mirada. Son amantes de la bicicleta.

Un equipo muy particular. ‘Las conejitas’ participaron con  llamativos trajes. Por La Mariscal, arrancaron más de una mirada. Son amantes de la bicicleta.

El nombre de su equipo (Las Veros) resume lo que tienen en común. A Verónica Terán y a Verónica Grueso les gusta andar en bicicleta. En una de esas cicleadas forjaron su amistad y pactaron una alianza para participar en el Carishina Race.

Esta competencia es solo para mujeres, que en grupos de dos tienen que vencer 10 retos, en las calles de La Mariscal, La Floresta y en los alrededores del parque La Carolina.

Las Veros tienen el pelo ensortijado, la tez blanca y una facilidad envidiable para relacionarse con los demás. En la tarde del viernes último, minutos antes de la competencia, se vistieron igual: blusa blanca con cuello de corte formal, una delgada corbata negra, licra negra y una minifalda jean azul.

Más parecían colegialas que deportistas. Estaban listas para pedalear entre el tránsito de un viernes de farra quiteña.

A las 18:30, Charlotte Fagan, organizadora del certamen, se apoya en una de las jardineras de la av. Amazonas y con la ayuda de un megáfono da las indicaciones. Su pelo dorado adquiere un tenue brillo con la luz que se desprende de la luna. Explica en qué consisten las 10 actividades que deben cumplir las competidoras, en bicicleta.

Los grupos están encolumnados en la ciclovía; 48 mujeres esperan la orden de partida para ir a dibujar un grafiti en un paso cebra de la av. 6 de Diciembre, para escribir un poema corto en una de las aceras del parque La Carolina, para tomarse una foto escalando un monumento, para dar una muestra del hula-hula en un bar de La Floresta y para jugar una edición especial de twister.

Las Veros deciden ir primero a la Plaza de los Presidentes, cada grupo tiene la libertad de decidir el orden de las actividades.

El pique de Terán hace presagiar que es una de las opcionadas para adjudicarse el título. Se conoce de memoria la ciclovía. En la ciudad, ella se moviliza en bici. En este medio de transporte va todos los días desde su casa, junto al Colegio 24 de Mayo, hasta su trabajo, en La Floresta.

¿Cómo hace para evitar que el sudor ensucie tu uniforme?

Ir a un ritmo que no me agite.

¿Por qué prefiere a la bici?

Por varias razones. Para no caer en el sedentarismo, para colaborar aunque poco en la reducción de la contaminación y para ahorrar dinero. Desde una bici se le ve diferente a la ciudad.

Ya en la competencia, demuestra su solvente dominio que tienen sobre la bicicleta. En las calles donde no hay el trazado de la ciclovía y para no quedarse atrapada en la congestión vehicular, se escabulle entre los carros, cuyos choferes esperan que la luz del semáforo se ponga en verde para avanzar un poco.

En las vías donde a esa hora (19:20) el tránsito es rápido circula por la derecha, pegada a la acera y con la linterna, que tiene sobre su casco, encendida.

En la 6 de Diciembre, las Veros se detienen para escribir un grafiti sobre el paso cebra, con espray. La frase Carishinas en bici y el dibujo de unos labios es suficiente para dejar constancia del cumplimiento de una de las tareas.

Las dos están agitadas. A Terán se la nota más cansada, pero su compañera le inyecta las energías que le hacen falta: “Tenemos que llegar entre las siete primeras. No te olvides que esta es una forma de apropiarnos de los espacios de la ciudad”.

Ambas se suben a sus bicis y siguen pedaleando. Ahora, el destino es un taller de la avenida De los Shyris. Las corbatas están impecables y las blusas, aparte de ajadas, tienen algunas manchas.

Perdidas en la ciudad

En medio de la luz que proyectan los faros de los carros, se observa la silueta de dos personas en bicicletas que bajan a velocidad por la Portugal, desde la Shyris con dirección a la 6 de Diciembre. Tienen casco, una cinta fluorescente en la pierna y unos reflejos que sorprenden.

Una de ellas es Gabriela Gallardo. No se inmuta ante los pitos desesperados del conductor de una camioneta, que al parecer tiene mucho afán por llegar a su destino. “Anda cocínale a tu marido y no bloquees la circulación” es el desafiante grito que sale desde la cabina.

Gallardo no reduce la velocidad hasta que se da cuenta que no alcanzará a la luz verde del semáforo de la 6 de Diciembre.

El frenón produce una fricción entre las llantas de la bici y el asfalto. Para no sobrepasar la cinta peatonal, hace una impresionante maniobra: gira el volante a la derecha y logra cuadrarse. Su compañera de equipo Ximena Palta hace algo parecido.

En la 6 de Diciembre e Irlanda encuentran una hoja de papel pegada en la pared, con la leyenda: “Tómate una foto con algo más grueso que tú”. Deciden hacerlo junto a un árbol.

Gallardo es más locuaz y no puede ocultar su apego a la bicicleta. Es de las mujeres que, infaltable, todos los fines de semana está en uno de los parques grandes de la ciudad haciendo deporte, ejercitándose.

¿Desde cuándo?

Desde que era niña. Cuando no hago deporte me siento mal.

¿Desde hace cuántos años?

Un caballero no debe indagar la edad de una mujer.

Gallardo y Palta visten una licra negra hasta las rodillas y una camiseta roja con un estampado en la parte de atrás, con la leyenda ‘Luciérnagas’. Ese nombre pusieron a su equipo. Hace referencia a los focos, que se apagan y se prenden, instalados debajo de los asientos de sus bicis.

Para ellas, el principal objetivo no es ganar, sino competir. Saben que tienen un gran inconveniente: no conocen bien las calles por donde tienen que movilizarse para realizar las actividades propuestas.

Mientras iba por la Portugal, Palta le preguntó a su compañera: “¿A dónde tenemos que llegar?”. Con una seguridad, en apariencia invencible, Gallardo le respondió: “A la Portugal”.

Las atractivas conejitas

La competencia duró 75 minutos. Mientras las competidoras se desplazaron apresuradas por las calles de La Mariscal, en ese sector se vivía al ritmo de todos los viernes en la noche.

Las aceras copadas de personas que buscan un local para divertirse y las extensas filas de vehículos que circulaban por la Juan León Mera, por la Reina Victoria, por la Foch, entre otras.

En la noche del viernes último, ese mundo fue ajeno para Estefanía Jácome y Dolores Terán. Las dos amigas participaron en grupo en el Carishina Race. A las 20:00 deambulaban en sus bicis por la Reina Victoria y Baquedano, buscando a la Tall Bike. Estaban vestidas de rojo y tenían flores rojas que en formas de cachos salían por sus cascos.

Esa llamativa vestimenta arrancaba más de una mirada. Pero el que más atrajo la atención fue el grupo de las chicas que estaban de blanco, con una borla del mismo color en el centro de sus cinturas y con una cartulina rosada sobre sus senos. Allí estaban dibujados el símbolo de un conejo y la B.

Ellas, de facciones finas y buen cuerpo, llegaron pasadas las 20:50 a la Reina Victoria y La Niña. Allí fue el punto de concentración de las carishinas, que demostraron que sí es posible hacer 10 actividades distintas en 75 minutos, sin utilizar el carro.

Las ganadores fueron Las suquitas. No paraban de festejar. Saltaban, gritaban e invitaban a utilizar la bicicleta.

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