Los fuertes El Pintado y Epiclachima y el Agrupamiento de Comunicaciones y Guerra Electrónica funcionan en zonas residenciales y comerciales de Quito. La gente se ha acostumbrado a despertar con sus clarines y trotes.
Con el cuartel, El Pintado se pobló más
Los moradores y dueños de locales cercanos al Fuerte Militar El Pintado, en el sur, están acostumbrados a la presencia de uniformados.
Doña Luz María, quien prefiere no dar su apellido, vive junto a la propiedad militar, en la calle Chilibulo, desde hace 60 años.
Recuerda que cuando se mudó allí había un bosque de ciprés y una quebrada. Luego se levantó el cuartel, el Colegio Militar N°10 Abdón Calderón y el Comando Logístico Reino de Quito.
En el amplio terreno está, además, la sala de velación Las Orquídeas, del Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas y una sucursal del Banco Rumiñahui. Los vecinos pueden inscribirse en cursos de natación en la escuela Aquarius.
Los clarines suenan a diario a las 05:30 y despiertan a Luz María, a su hija y a sus nietos. “Trotan cantando ‘somos ecuatorianos, tenemos que defender’ y esas cosas”. Mientras tanto, su familia se alista para iniciar la jornada.
Atrás del cuartel, en la calle Juan López de Velasco, hay casas de dos plantas y muros del fuerte militar. Una torre de vigilancia está cerca de los juegos infantiles. En un muro, y con letras rojas está el nombre: Parque de la Balacera. La zona es residencial.
Gustavo Galarza tiene un local con cabinas telefónicas en la Mariscal Sucre. Él siente que la convivencia es normal. No ha escuchado ruidos fuertes provenientes del cuartel ni ha sabido de problemas, pero cree que sería bueno que los uniformados patrullen. “A veces pienso que la Policía no se avanza. Ellos deberían ayudar al control”.
Elsa Correa, quien trabaja en un restaurante de la zona, concuerda con su vecino. Pero ella dice haber visto asaltos en la parada de buses. “Los ladrones se acercan a las chicas que van a Chillogallo y les abrazan y les quitan los celulares. Ni cuenta se dan que hay cuartel y una no puede hacer nada. Los policías sí se dan las vueltas”.
El Epiclachima, entre fábricas y viviendas
El Fuerte Militar Epiclachima está en una zona de dominio industrial. Metalmecánicas, fábricas, una gasolinera y hasta un colegio técnico automotor ocupan gran parte del frente y los costados del cuartel de la Primera División del Ejército Shyris.
Fernando Alessi trabaja hace 14 años en una metalmecánica junto al cuartel. “Estoy aquí de 06:00 a 18:00. Todo esto es industrial, pero nos sentimos protegidos por los militares”, dice.
Al frente hay una esquina con bloques de departamentos. Los edificios se llaman Cóndor Mirador, Coangos, Tiwintza, etc, en honor a los sitios donde el Ejército ecuatoriano batalló en la guerra del Cenepa, en 1995, en defensa de la frontera con Perú.
En la calle Palenque, al lado sur, hay dos condominios privados. Lola Pozo vive allí desde hace 20 años. Tiene una lavandería de ropa y bazar. Dice que es muy raro ver militares caminando por su calle, porque la puerta principal da a la avenida Maldonado. Pero sí los ha oído cantar.
En la parte de atrás del cuartel hay varios pasajes y calles ‘culebreras’. Luego de la Palenque está la calle Catarama, donde hay otra fábrica grande y un conjunto de casas. Laura Albán vive en una de ellas desde hace cinco años. Su hijo se alegra cuando a las 06:00 espera la llegada de su bus escolar y escucha a los militares entonar himnos a su institución o el Himno Nacional.
“A veces tienen fiestas y se oye música movida. Eso alegra al barrio”, asegura la mujer, quien siente que la presencia militar también ofrece seguridad.
Al igual que en otros cuarteles, en los grandes terrenos funcionan otros organismos que acercan a la milicia con la comunidad. En este existe la Asociación de Comandos y Paracaidistas.
Tiene un centro médico y los fines de semana, los vecinos pueden acceder a una piscina, sauna, turco, hidromasaje y otros, por USD 3 los adultos y 2 los niños.
El trote de los militares causó molestias
Ayer, a las 10:00 en la av 6 de Diciembre y Los Pinos estaba parqueada, en la acera, una camioneta Toyota roja. En el cajón había mandarinas para la venta.
Los comerciantes escogieron este lugar por el intenso tránsito de personas. Yolanda García y Cristina Jama se acercaron a comprar una funda con 20 mandarinas, por USD 1.
Ellas viven en los condominios Quitumbe, ubicados en la calle de Los Pinos, junto al Agrupamiento de Comunicaciones y Guerra Electrónica, conocido también como el Cuartel Rumiñahui.
García y Jama concuerdan en que el barrio es seguro. Se conoce que dentro del cuartel hay equipamiento antimotines y fusiles de dotación. “Por eso no hay peligro de explosiones ni ruidos fuertes”, afirma García. Ella ya vive en el barrio tres años.
Rosa Cepeda tiene su negocio de víveres en la calle Los Pinos y Gonzalo Zaldumbide, desde hace 34 años. Cuando se instaló allí ya funcionaba el cuartel.
Al inicio, los militares eran sus principales clientes. “Me compraban pan, arroz, legumbres y todo lo que necesitaban para cocinar”. Años después se abrió el Comisariato del Ejército, en la avenida De la Prensa.
En el segundo piso de la tienda vive Laura Tituaña, de 45años. Recuerda que todas las mañanas, a las 06:45, pasaban los militares trotando y cantando.
Ese ruido molestaba a los vecinos, quienes armaron una comisión para que poner una queja ante las autoridades del cuartel.
Luego de los diálogos, se acordó que los militares solo practicaran el trote en la calle los martes y los jueves, pero sin cantar.
En la intersección de la calle de Los Pinos y Rudesindo Lezama vive Margarita Ortiz. Para ella, solo las dos cuadras donde está el cuartel son seguras. “Llegando a la av. 6 de Diciembre o a la De la Prensa, otra es la historia”. Ella se queja porque desde el jueves el patrullero no pasa por su casa.