Son las 06:15 y el frío capitalino se siente en el ambiente. El rugir de los motores de los buses se confunde con la voz de los controladores, que llaman a los pasajeros, según su destino.
En la esquina de la avenida Mariscal Sucre y Luis Narváez, en el sector de Chillogallo, 13 personas esperan un bus convencional. Todas visten chompas y algunas usan bufandas. En la acera no hay la infraestructura de una parada ni señalización, únicamente se ve un letrero azul con letras blancas, que dice: Parada.
Andrea Narváez vive en la ciudadela Ibarra. Cada mañana toma dos buses para llegar a su trabajo, ubicado en la avenida De los Shyris. Ella espera una unidad de la Cooperativa Tesur, mientras tapa parte de su rostro con una bufanda, para contrarrestar la fuerte tos que la aqueja. Mira constantemente su reloj y espera con ansias el arribo del bus urbano. “En las mañanas, el viento sopla fuerte y no hay un techo para cubrirse mientras se espera”, dice.
Junto a Narváez está Maritza Fiallos, de 53 años. Ella se dirige al Hospital del IESS. En su opinión, el principal problema es la falta de asientos. “El bus que me lleva se demora en llegar y no hay dónde descansar. Tengo un problema de várices y no puedo estar mucho tiempo de pie”, comenta.
A lo largo de la avenida Mariscal Sucre, desde el redondel, en Chillogallo, hasta la intersección con la avenida Rodrigo de Chávez hay 11 paradas de buses. Solo en tres de ellas hay viseras, pero sin asientos. En las otras, únicamente, se muestra una señalización con un rótulo.
A esto hay que sumar las pardas no establecidas, que principalmente son las esquinas de cada cuadra de la Mariscal Sucre. Ahí, las personas se aglomeran en la acera, a la espera de un bus.
En el sector de la Mena 2 resulta dificultoso ver la señalización de la parada sobre la calzada. La pintura está desgastada. Ahí, Jorge Nicolalde, estudiante universitario espera un bus. Para él, la falta de infraestructura se agrava en el invierno. Recuerda que el mes pasado llovía todas las mañanas y debía esperar el bus bajo la estrecha visera de un local comercial ubicado en esa calle.
En ese sector, cuatro policías metropolitanos vigilaban que los buses urbanos se detengan en las respectivas paradas. Esto llamó la atención de Nicolalde. A él le pareció contradictorio que los policías vigilen las paradas que no existen. “Ni ellos saben dónde son las paradas, peor los usuarios y los choferes”, dijo mientras corría a subirse en un bus de la Cooperativa Pichincha.
Desde la semana pasada, el Municipio inició un plan piloto sobre el control del transporte público. El objetivo es mejorar los flujos de circulación en las principales vías de la ciudad. 220 aspirantes a policías metropolitanos vigilan que los pasajeros y conductores respeten las paradas.
El control se aplicará en 247 puntos a lo largo de las vías de mayor flujo vehicular. Según la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas, en el Distrito existen 429 paradas de buses señalizadas.
En el sector de La Raya, en la esquina de la calle Carapungo, no hay señalización en la calzada ni letrero que indique que ese sitio es una parada de buses. Sin embargo, una larga fila de personas permanece de pie en el lugar. Son las 06:48 y el bus de la Cooperativa Latina se detiene cinco veces a lo largo de esta cuadra.
Carlos Hinojosa, conductor, desconoce que la Ley de Tránsito establece una multa de USD 29,20 y la reducción de 3 puntos en la licencia para los choferes que no respeten las paradas. Sin embargo, el control por parte de la Policía Metropolitana no llegó hasta esa cuadra.
“No nos pueden multar porque en este sector no hay paradas fijas, nosotros brindamos un servicio para que la gente se movilice”, dice, mientras hace una maniobra para ir por el carril izquierdo.
A la altura de la calle Villagómez, en la Atahualpa, hay una parada con cubierta . Pero la mayoría de pasajeros sube y baja de los buses a varios metros del sitio. Por esta razón, los estudiantes universitarios Luis Espinosa y Juan Oñarte se adelantan al resto de personas para subir al bus antes de que la gente se amontone.
Oñarte admite que tanto conductores como pasajeros no están acostumbrados al uso de las paradas. En su opinión, para que se aplique este control hace falta más señalización.
El proyecto
El sistema de transporte público está constituido por 109 rutas, las cuales son operadas por 2 137 buses que circulan en la ciudad.
La señalización y el mejoramiento de paradas fue una de las 24 medidas propuestas por el Cabildo para optimizar la movilidad en la ciudad. En total se instalaron 429 paradas.
225 policías metropolitanos participan en el plan piloto del control de las paradas de buses en las principales vías de la urbe.
La Policía Metropolitana no tiene la competencia para sancionar directamente a los conductores, su trabajo está enfocado a la fiscalización.
El control se aplicará en 247 puntos a lo largo de las vías de mayor flujo vehicular. Según la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas, en Quito hay 420 paradas.