Son las 12:30 del pasado lunes. Por la avenida América y Mosquera Narváez transitan apresurados algunos estudiantes universitarios. En esa intersección está el parque Italia. Ahí permanece David Arias, conocido entre los grafiteros como ‘Infame 3’.
En la ciudad hay 50 grafitis de su autoría. Uno de ellos está sobre la pared de la calle Versalles y Colón. Su técnica es el esténcil y su logo la cara de un hombre con cabello largo y gafas.
Arias mira detenidamente su grafiti y cuenta que para hacer un trabajo así, hay que cumplir un proceso de aprendizaje empírico. Él comenta que en los años ochenta y con los poetas de ese tiempo, Quito vivió su primer acercamiento a este arte.
“En la cinemateca de la Casa de la Cultura vi una película sobre los grafitis en la ciudad. Ahí se muestra una fotografía de esta pared con la frase “Todos, demos juntos una patada a esta gran burbuja gris”, comenta.
El grafiti del cual habla Arias es el mismo que recuerda el escritor Diego Velasco Andrade, director de los talleres de literatura de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Cuenta que la autora fue Alida Quevedo, su compañera de la Escuela de Sociología de la Universidad Central. “En ese entonces formamos un colectivo. Se llamaba Mata piojo y en las noches salíamos hacer pintadas”.
El colectivo se desintegró en 1990, pero las frases poéticas, políticas y sarcásticas no perdieron vigencia en las paredes de Quito. Al hablar de grafitis, el primer recuerdo que cruza por la cabeza de Armando Culqui (49 años), es la frase: ‘Cuando me suicido, despierto en Quito’.
“Ese grafiti estaba en la pared de las avenidas Amazonas y Naciones Unidas. El autor, Álex Ron, firmaba con un triángulo.
Son las 14:20. En un recorrido en auto, Arias muestra los diferentes tipos de grafitis que hay en la ciudad. Para él y otros dos colegas suyos (Edma y Pkt), el grafiti cambió en 1999 con la influencia de la cultura hip hop en la ciudad.
Las primeras expresiones eran letras que para muchos no son legibles, pero para los autores era el primer involucramiento en este arte. Se llaman ‘tags’.
A partir del 2000, algunas paredes de la ciudad se convirtieron en galerías de arte urbano. En el 2010, el colectivo Fenómenos (Eme ese, Infame 3, Pin 8, Ralex y Suerte) pintó un gran mural en la avenida Velasco Ibarra, a la altura del puente peatonal de La Tola. La técnica que predomina es el esténcil (dibujos grandes hechos con plantillas de cartón).
Sobre él no hay ‘tags’ ni otras figuras. La razón, según uno de los autores, es el respeto al trabajo que desarrolla cada grafitero.
En el 2011 se realizó en la ciudad el tercer festival de arte urbano Detonarte. Trece grafiteros extranjeros y 170 artistas nacionales participaron de pintadas, conversatorios y exposiciones durante cinco días. En junio de ese mismo año, el alcalde de Quito, Augusto Barrera, firmó un convenio con los representantes del movimiento hip hop pata definir 20 sitios exclusivos para el grafiti.
En el acuerdo, dice Fx, uno de los representantes, se estableció que el movimiento realizaría una red de festivales con el apoyo de la Alcaldía y que se crearía un sistema de veedurías para vigilar la aplicación de las políticas. “Los acuerdos no se han respetado, por ello, la ciudad está más pintada”.
La gerencia de Espacio Público aclara que el acuerdo se hizo con grafiteros artísticos y este se cumple, pero hay personas que no lo respetan. Espacio Público invierte USD 350 000 cada semestre en el mantenimiento de las áreas que son agredidas con los grafitis.
Se pintan 2 000 m² diarios, con dos cuadrillas de 10 personas cada una. Los sitios más vulnerados son los pasos a desnivel.
En el 2011, en los operativos de la Agencia Metropolitana de Control se sancionó a 103 personas por grafitear. La sanción es el 5% de la Remuneración Básica Unificada (USD 292).