Testimonio. Felipe Heredia.
Vivo por el Balcón del Valle, en el sur, y estudio en la Universidad Católica, en el norte. El tiempo promedio que me demoro en trasladarme en bus es de una hora y 15 minutos. Cuando el tránsito vehicular se caotiza, mi recorrido se alarga hasta una hora y media.
Viajar más de dos horas al día es insoportable. No tengo una hora fija de salida, porque el tránsito es variable. Cuando pienso que salgo a tiempo, algo pasa y llego tarde.
Las calles siempre están repletas de carros y buses, no hay como avanzar ni movilizarse con tranquilidad. Aquí, las distancias son largas y por obligación toca transitar en un vehículo.
Hay días en los cuales me atraso, me toca bajar del bus y coger un taxi. Aún así no logro llegar a tiempo. El tiempo es el que se pierde por culpa del tráfico. Los minutos de las personas son valiosos e irrecuperable. Podríamos hacer otras actividades, en lugar de estar encerrados en un carro por horas, pasar incomodidades y enfermarnos d e estrés.
Las personas salimos de casa con buen ánimo, con ganas de trabajar durante el día. Pero en las vías ese ánimo se transforma en ira y frustración.
Muchas veces, he llegado tarde a clases, los profesores me cierran las puertas y pierdo horas, ya no presento trabajos o no rindo lecciones. Es perjudicial, hasta puedo perder el año por faltas. Debemos hacer algo.