Vladimir Serrano / Historiador.
El general Leonidas Plaza Gutiérrez, en su primera administración, fue uno de los presidentes de la República que mayor respeto ha demostrado por las libertades públicas. Eso, más allá de las imputaciones que se le hicieron, por la tragedia del arrastre de los Alfaro y la violenta muerte del general Julio Andrade; hechos que merecen una mayor investigación histórica que la que se ha logrado hasta hoy.
Durante su juventud vivió fuera del país, puesto que debió desterrarse a Panamá por su participación en el combate de Jaramijó, en el cual vencieron las fuerzas del gobierno de José María Plácido Caamaño.
Anduvo por Centroamérica, en reiteradas aventuras guerreras, y regresó al Ecuador en 1893, al estar a punto de producirse una guerra con el Perú. Luego se alió a Eloy Alfaro, haciendo carrera política y cuando de acuerdo con la Constitución de 1898 debían realizarse elecciones, se presentaron algunos candidaturas.
La primera, la del controvertido general Manuel Antonio Franco, participando también el banquero Lizardo García y el doctor Manuel Benigno Cueva, quien había sido presidente de la última Convención Nacional y vicepresidente de la República entre 1897 y 1899. Manuel Antonio Franco era el enemigo número uno de los conservadores y la Iglesia Católica y Manuel Benigno Cueva tenía prohibición.
Entonces, tres notables liberales radicales: José Peralta, Abelardo Moncayo y Juan Benigno Vela intercedieron constantemente a favor de la candidatura de Leonidas Plaza. Se abrieron comités de apoyo en Quito y en Guayaquil y Alfaro aceptó, triunfando Plaza como candidato oficial con 65 781 votos, contra sus oponentes Lizardo García, que logró 7 916 y Manuel Franco, 196.
Pronto se arrepintió Alfaro de su decisión, porque creía que Plaza se uniría a los conservadores. De todas formas, el Presidente electo se posesionó y no ofreció a Alfaro ni la Comandancia del Ejército ni la gobernación del Guayas como era habitual.
El nuevo Presidente era un hombre de sonrisa amplia y muy alejado de las actitudes displicentes y arrogantes de sus colegas. Su gabinete fue integrado con Miguel Valverde, para el Interior, un antiguo liberal; José Peralta, radical, en Relaciones Exteriores; Julio Arias, en Instrucción Pública; Juan Francisco Game, en Hacienda; y Flavio Alfaro, en Guerra y Marina.
El régimen se abrió hacia las libertades públicas, estableció periódicos como La Linterna y Sanción. Suprimió la Policía secreta; intentó manejar con honradez los fondos públicos y hasta pasó por tacaño.
Continuó los trabajos del ferrocarril y prosiguió las reformas emprendidas por Alfaro, sobre todo en lo que tenía que ver con la Iglesia. El 3 de octubre de 1902 se dictó la Ley de Matrimonio Civil y Divorcio y el 13 de octubre de 1904, la Ley de Cultos. Hubo confrontaciones con el Perú sin llegar a la guerra.
No mantuvo presos políticos y actuó como verdadero Presidente constitucional de la República, despojándose de las facultades omnímodas y suprimiendo las penas de expatriación, recibiendo a los ex combatientes fronterizos que estaban cansados de luchas y guerrillas.
En este sentido, su primer régimen estableció la paz social y política en el país, en definitiva fue un Presidente tolerante.