Frente al Tiánguez, o mercado incaico donde originariamente la gente intercambiaba productos de todas la regiones, se levanta el templo, capillas y convento de San Francisco.
Impulsado por la congregación franciscana, la construcción del templo duró unos 150 años, desde 1550. Una estructura de gran esplendor arquitectónico, artístico y religioso cuya mano de obra es parte de la memoria popular.
Fue el indígena de apellido Cantuña, de quien se dice que presionado por el plazo de una obra inconclusa ofreció su alma al diablo a cambio de terminar a tiempo la construcción. Solo una piedra que no fue colocada salvó el alma del obrero.