El cáncer terminó con la vida de Rafaela Torres. Su nombre aparece en el margen izquierdo del libro de difuntos del hospital San Juan de Dios, con fecha 1 de enero de 1885. Con una impecable caligrafía y escrito a tinta, también aparecen otros detalles: “Blanca. 36 años. Casada con Víctor Reinoso. Vivía en Latacunga”.
Este es uno de los documentos más antiguos que se conserva en el Centro Cultural de la Medicina, en la av. Gran Colombia y Sodiro. Ahí, en 1903, se inauguró el Hospital Eugenio Espejo.
Hacia la década de 1950, los decaídos pacientes, los familiares preocupados y los agenciosos médicos se cruzaban por los fríos corredores que conectaban los seis pabellones de este conjunto arquitectónico. Héctor Vega, del Instituto Metropolitano de Patrimonio, explica que el complejo se destaca por el racionalismo del estilo neoclásico, con rasgos de modelos franceses que se observan en las columnas dóricas que decoran los corredores externos.
Alfredo Pérez, ex director de esa casa de salud, asegura que entre médicos, enfermeras, monjas de la Caridad (quienes ofrecían asistencia) y personal administrativo sumaban unas 380 personas. Ellos se encargaban del cuidado de los 480 pacientes que podía albergar esta casa de salud.
En 1958, cuando cursaba el tercer año de Medicina, Pérez ingresó al hospital como interno de Laboratorio, en el cual se realizaban investigaciones sobre nuevos medicamentos.
Germánico Mayorga, quien se inició como externo en 1960, recuerda que unas 10 personas, entre médicos, residentes, internos, estudiantes, enfermeras y asistentes visitaban a todos los pacientes, en los amplios pabellones que superaban los tres metros de altura. Cada pabellón tiene dos pisos. En el primero se acomodaba a las mujeres y en el segundo, a los hombres, uno al lado del otro. “En el frente de cada pabellón también había los pensionados, que eran habitaciones privadas para pacientes que podían pagar por ese servicio”. [[OBJECT]]
Entre el 2004 y el 2008, el ex Fonsal trabajó en la restauración, con la intervención en cubiertas, reforzamiento estructural y el acondicionamiento de las instalaciones eléctricas y sanitarias. Se invirtieron USD 13 millones.
En el quinto pabellón se instaló el Museo Nacional de Medicina Eduardo Estrella. Al mes, se recibe la visita de unas 150 personas. Otros 50 visitantes utilizan el archivo y la biblioteca.
En las dos plantas del edificio se conservan unos 10 000 archivos de 15 fondos documentales. En la biblioteca se encuentran títulos relacionados con la medicina, de unos 15 000 autores nacionales y extranjeros, a partir del siglo XVIII, y otros documentos.
Pero, sin duda, lo que más llama la atención son las muestras arqueológicas, morteros, frascos, instrumental médico, manuscritos de Eugenio Espejo, a través de los cuales se describe la historia de la medicina ecuatoriana.
El desarrollo de la farmacología es una de las historias más curiosas. En varios anaqueles de madera se acomodan frascos de arsénico, ácido fénico, tinta ratania, ipecacuana y otros elementos que abastecían la botica que funcionaba en el Hospital San Juan de Dios. Mayorga explica que hasta mediados del siglo pasado, los médicos aún escribían la fórmula del medicamento que debía ser preparada en la botica.
El doctor Francisco Rigail, catedrático y coordinador del museo, dice que cuando funcionaban las boticas, las proporciones debían ser exactas porque incluso se trabajaba con venenos. “Antes del cloroformo, para las cirugías, los pacientes eran anestesiados con una mezcla de chicha y guanto”.
Los ingredientes, las proporciones y las dosis aún se detallan en antiguos manuales de venenos, traducidos del francés.
La atención
El museo abre de lunes a viernes de 08:30 a 18:00. Los sábados, de 08:30 a 14:00. Para reservaciones se puede llamar al 223 9515.
El costo de la entrada general es de USD 1. Niños, adultos mayores y personas con discapacidad solo pagan la mitad.