En el 2006 escribí un pasillo para coros y orquesta, que se estrenó en la Casa de la Música.
Participaron la Orquesta Sinfónica Nacional y los coros de tres universidades locales. La mejor manera para describir mis sentimientos con Quito, la ciudad que me vio nacer, fue trasladar las imágenes que llevaba en mi mente, desde niña, a un pentagrama.
Así tuve la hermosa oportunidad de compartir mi sentir con los demás.
Acompañé esa música con el ritmo propio de nuestra Sierra, tan típicamente marcado y alegre. Ese es mi tributo a esta bella ciudad.
Quien escuche este pasillo aceptará que su título ‘Mirando a Quito’ dibuja en su texto a mi amada ciudad.
“Mira que lindo, pero que lindo está mi Quito/ sus lindos valles, con sus jardines y sus rosas.
Blancos volcanes con sus nieves eternas/ llenan mi alma de tanta belleza.
Cual un guardián eterno, el Pichincha te ampara/ cuidando para siempre, tu singular belleza.
Con su centro histórico y sus hermosas plazas/ sus callecitas limpias, su cielo azul celeste.
Y si de el Itchimbía miras Quito / seguro estás, cerquita del cielo.
Cual nacimiento vivo, sus noches estrelladas / eres por tu belleza, Patrimonio del mundo. Ciudad museo y arte, iglesias coloniales/ con sus altares de oro, de inigualable talla.
Quito, mi linda tierra, donde forjé mis sueños. Y si un día un necio intenta herirte, / y tu majestad osa ofenderla, hombres, mujeres, niños cual un trueno, / con el puño en alto te defienden”.