Los vecinos del estadio Olímpico Atahualpa viven su propio partido en días como hoy, domingo 16 de febrero, cuando hay un cotejo de alta convocatoria como El Nacional- Barcelona.
Antes de las 09:00, el ritmo se aceleró en el barrio. Llegaron los policías para armar los operativos y cientos de autos se adueñaron de las veredas. Como suele pasar, no se estacionaron paralelos a la acera, sino de frente, con medio vehículo sobre la vereda, para que alcancen más.
En una hora, decenas de miles de personas cruzaron las calles José Correa, S. Quintero y Manuel Sánchez, que bordean al estadio. Un joven arrojó una botella de agua vacía, una señora una funda vacía de chochos, otro señor propaganda electoral que le entregaron una cuadra más arriba. De papel en papel, la calle terminó cubierta de desperdicios.
Carolina Flores, de 19 años, salió de su casa antes de que iniciara el partido. Vive a 100 metros del estadio y mientras bajaba a la 6 de Diciembre para tomar un bus, los piropos baratos que resultan ofensivos le llegaron a cada paso. “Lo peor de todo no son esas groserías, sino los asaltos”, dice la mujer mientras acelera su paso con su mochila agarrada contra el pecho. El año pasado, miembros de una barra de un equipo la acorralaron y le pidieron dinero. No les dio, así que se llevaron su celular.
A Carolina no le gusta el fútbol, pero conoce todas las barras de todos los equipos. El bullicio es parte de su fin de semana, al igual que los “temblores”. Dice que su casa vibra cuando alguien mete un gol.
“Espere a que salgan del estadio y verá”, advertía temprano Rubén Zaldumbide, uno de los moradores del sector, refieriéndose a la intranquilidad que llega luego de los partidos.
Todos los días, cuando hay un partido de fútbol, cuenta, existe el riesgo de que se arme un problema, de que haya una riña, y las piedras empiecen a volar de la mano de fanáticos enardecidos. Asegura que nunca pueden dejar el auto afuera, porque lo rayan, ensucian o roban. “A veces me corchan el garaje y no puedo salir hasta que se dignen en mover el auto. Y si uno se les reclama, salen más bravos”.
Por eso la preocupación de la comunidad ante el anuncio de la ampliación del estadio. “Con 15 000 personas más (pasará de 35 000 a caso 50 000), esto sí se volverá un infierno”, dice Zaldumbide y asegura que con 400 estacionamientos que contempla la remodelación no se solucionará el problema.