Andersson Chango, de 13 años, volvió a participar por quinto año consecutivo en la procesión Jesús del Gran Poder. Usó una túnica blanca con una capa roja y una corona de espinas hecha de alambres. En su rostro había marcas rojas que representaban heridas. Estaba descalzo.
El menor, de contextura delgada y de baja estatura, cargó durante todo el trayecto una cruz de madera sobre sus hombros. “Quiero que Dios me ayude en los estudios”. Su madre Miriam Yánez caminaba junto a él para darle agua y ayudarle a sujetar la cruz.
Al igual que Chango, otros menores participaron en la procesión Jesús del Gran Poder. A las 10:00 empezó la peregrinación, pero la imagen del patrono de este acto religioso salió desde la plaza de San Francisco, al mediodía.
Alrededor de 200 000 participantes recorrieron las principales calles de Centro Histórico: la Bolívar, Venezuela, Manabí, Vargas, José Riofrío, García Moreno y Sucre. La circulación vehicular por el sector estuvo restringida.
Según Patricio Gallardo, integrante del culto a Jesús del Gran Poder y coordinador de la procesión, este año hubo mayor presencia de cucuruchos. El stock de trajes que tienen para este personaje es de 1 500, pero se agotaron. “También se ha sumado gente que ha llegado desde otras provincias. La fe ha aumentado entre los fieles en los últimos años”.
Dilan Álvarez, de 12 años, estaba vestido de cucurucho. En sus manos portaba una imagen de Jesús crucificado. No usaba zapatos, pero durante los recesos levantaba con frecuencia los pies del piso. El fuerte sol que hubo al mediodía calentó el asfalto.
Esta era la primera experiencia de Álvarez. En casi la mitad del recorrido, en la Venezuela y Manabí, decía no sentir cansancio, ni dolor en las plantas de los pies, que estaban negras por la suciedad. Pero en la caminata de retorno, a la altura de la Basílica, se había colocado cartones en los pies. Usó cinta de embalaje para mantenerlos firmes.
Tobías Jerez usó su silla de ruedas para desplazarse durante la procesión. Hace 16 años perdió la movilidad de sus piernas, pero eso no fue un obstáculo para seguir participando. “Cada año vengo a agradecer por mi vida”.
La edad de Julia Calahorrano, 70 años, tampoco fue un impedimento para asistir a la procesión. “Vengo hace 20 años, aunque ahora me resulta complicado”. Ella estaba vestida de Verónica.
Galo Romero , de 60 años, fabricó su traje de Jesús y una cruz de guayacán. Desde el 2007 representa a Jesús. “Llevo 40 años participando en la procesión. Antes me vestía de cucurucho o de soldado romano” .