Cada pesebre o nacimiento que se levanta en los hogares, empresas y fábricas tiene su historia. Más todavía la tienen aquellos que están en templos e iglesias de la ciudad.
En el barrio América, en la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, las piezas del nacimiento son una suerte de sobrevivientes. Tan es así que reciben un cuidado extremo: las limpian con aceite cosmético. Tienen valor simbólico ya que la mayoría sobrevivió a un incendio ocurrido hace 10 años.
Las imágenes de Jesús, José y María son nuevas: se las compró, en el 2003, en San Antonio de Ibarra. El resto: reyes magos y ángeles se las adquirió en Francia a principios del siglo XX. En total este pesebre está conformado por 20 figuras que pertenecen a la parroquia.
Las imágenes que miden cerca de 60 centímetros están sobre una estructura que se levantó a un costado del altar. Para adornarlo se utilizó paja, papel verde y luces navideñas. Estas permanecen apagadas para evitar que se produzca un nuevo incidente. “Solo se las enciende cuando se reza la novena”, contó Nicolás Orozco, sacerdote asignado a esta iglesia.
Maribel Sáenz, moradora del sector, participó por tercer año consecutivo armando esta infraestructura. Para ella es una manera de agradecer por las bendiciones recibidas durante todo el año.
Más al centro de la ciudad, en la iglesia de Santo Domingo, el sacerdote Yon Farid Culma y el grupo de oración Caminantes por la Fe se tomaron tres meses para armar el pesebre. El proyecto fue ambicioso. Realizaron una instalación eléctrica, simularon un río, construyeron palmeras, casas y castillos, para representar a Belén.
En años pasados, se armaba a un costado del altar; en este usaron una capilla de oración. Allí construyeron una estructura de madera de alrededor de 10 metros de ancho por ocho de largo. La cubrieron con cartones y esparcieron césped. En la mitad dejaron un sendero cubierto con plástico y piedras. Por allí vierte el agua que llega desde una gruta.
A un costado del río estaba el pesebre donde nació Jesús. Sin embargo, la figura del Niño no estaba en su cuna. Solo permanecían José y María. Lilia Aulestía, integrante del grupo de oración Caminantes por la Fe, recuerda que en todos los pesebres la imagen de Jesús se la coloca la noche del 24.
En la principal infraestructura religiosa del país, la Basílica del Voto Nacional, desde hace 58 años, el tema del pesebre se lo decide entre religiosos y moradores. Este año, la fe fue el foco de atención. Para ello, incorporaron elementos relacionados con la luz, como estrellas, lunas…
Sobre el piso, al pie del altar, se colocó papel verde, se usó musgo reciclado, guirnaldas y luces navideñas. Para recrear la ciudad se usaron unas maquetas de casas y palacios donados por los feligreses.
El párroco de la Basílica, José Camayo, aseguró que en esta temporada la afluencia de personas se incrementa. Cuando se celebra la misa del gallo el templo se llena. Asisten unas 3 000 personas a la ceremonia de las 00:00.
Más al sur de la ciudad, Solanda, en la parroquia San Ignacio de Loyola, desde hace 10 años, Luis Andagama acude al templo con sus amigos y familiares para armar el pesebre. Este año lo hicieron en el altar. En el centro colocaron las imágenes de José y María.
A los costados ubicaron a los animales del establo. Se incluyeron las imágenes de fibra de vidrio que pertenecen a la parroquia y las de plástico que son prestadas por los vecinos. Cuando finaliza este período, las imágenes regresan en la mano de cada dueño.
Alfonso Chávez, sacerdote de esta parroquia, mencionó que es una práctica que se repite cada año. “Cuando vienen al templo dejan una figura y luego se la llevan”. Recordó que en esta época se refuerzan los valores de solidaridad y de humildad .
“En los sectores los vecinos se organizan para rezar la novena, compartir una agua de canela. Se trata de reproducir el ejemplo que dio Jesús”.
El norte de la ciudad no es una excepción. En las parroquias de Fátima y de Santa Teresita se colocaron también los pesebres al costado del altar.
Los creyentes que entran a los templos aprovechan para observarlos. Ambos se caracterizan por ser pequeños y tener un aire más moderno: hechos de cerámica y con trazos que se alejan del marcado por la Escuela Quiteña, vigente en el centro.
Para Ana María Bilbao, católica que acude a Santa Teresita, esta representación le evoca humildad y amor. “La familia de Jesús permaneció unida y fue feliz a pesar de las carencias que tuvieron”. Rezar frente al pesebre es su tradición.