‘Ecuador, mi país. Un país de gladiadores, donde se unen las riquezas y surgen los perdedores”. Con este verso empieza la canción Ecuador, del grupo urbano RapReflexion. En un pequeño y silencioso estudio, ubicado en las instalaciones de la Fundación Covi, en la intersección de la avenida De los Shyris y Rumipamba, en el norte de la urbe, el rapero alemán Carlos Utermöhlen permanecía sentado detrás de un escritorio. Sostenía un lápiz en su mano derecha.
Utermöhlen llegó al país con un proyecto que busca plasmar por medio de la música las reflexiones de los chicos que han vivido en situaciones de riesgo. Su trabajo empezó hace tres años y lo bautizó como RapReflexión.
Mientras toma algunos apuntes sobre los detalles de las presentaciones que tendrá el grupo durante este mes, la lírica de Lizandro Ortiz rompe el silencio y la concentración del alemán. “He cambiado, he surgido y de la calle he salido”, decía moviendo la cabeza de arriba hacia abajo.
Ortiz es uno de los tres integrantes del grupo que formó Utermöhlen. Los versos del joven siguen. Son rápidos y tienen una rima sorprendente. El alemán interviene en la canción con un ensayo de beatbox (sonidos que se asemejan a los bombos y cajas que acompañan la letra de este género musical). “La canción nunca ha sido ensayada, solo se le da ritmo a las vivencias”, dice Ortiz.
Es así como surgieron las canciones de su primer disco, grabado la semana pasada. Mientras sigue la intervención musical, hasta el estudio llega Alejandro Congo. Su alborotado cabello llama la atención, él también tiene la facilidad de improvisar letras.
Ortiz y Congo se conocieron hace cinco años en la calle. Ambos vivían fuera de sus hogares y por su gusto por el hip hop empezaron a ser amigos. “Una vez estaba tarareando una canción del extinto rapero afroamericano Tupac Shakur y Alejandro continuó con la canción, fue ahí cuando empezamos a cantar juntos”, comentaba Congo, sin parar de mover las manos. Desde entonces, los dos jóvenes empezaron a cantar en los buses para reunir algo de dinero y pagar su comida o el cuarto de un hostal para pasar la noche.
Congo recordaba que un día de marzo del 2007 llegó hasta las instalaciones de la Fundación Covi para solicitar algo de ropa, comida y poder bañarse. Ese día estaba detrás del escritorio Carlos Utermöhlen. El extranjero le preguntó qué música le gustaba. A lo que Congo respondió el rap. Ese fue el vínculo para que ellos se hicieran amigos y Utermöhlen iniciara con el proyecto RapReflexión en Quito.
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Poco a poco, Congo empezó a ir más seguido hasta el estudio. Una tarde lo acompañó Ortiz. Para ese entonces, los jóvenes raperos ya contaban con más de 100 letras de canciones compuestas por ellos.
No es necesario que cada uno cuente la historia, de por qué salió de su casa, de dónde dormía en la calle, o de alguna cicatriz de su cuerpo . Para ellos, eso es pasado y se refleja en cada una de sus canciones. El proyecto no solo se encargó de desarrollar sus habilidades artísticas, también los ayudó a salir de la calle, instalarse en una casa hogar, continuar con sus estudios y conseguir un empleo.
El último en unirse al grupo fue Andrés Peña, de 19 años. Hace tres meses huyó de su casa en Colombia. Desde que llegó durmió en las afueras de la terminal terrestre de Quitumbe. Un joven que vendía caramelos le comentó sobre la casa Covi. Peña llegó y de inmediato mostró interés por el proyecto. Sus líricas son más pausadas, algo tímidas, pero con un contenido sorprendente.
El escenario de los jóvenes músicos cambió. Su público ya no es la gente que usa el trasporte urbano o que se detiene en un semáforo… Ahora cantan en la tarima.
El proyecto
RapReflexion nació en el 2006 con la asociación Löwenhertz en Alemania. El objetivo es ampliar el desarrollo musical y personal de los jóvenes.
Llegó a Quito con la colaboración de la Asociación Humboldt, el Centro Goethe Quito y la Fundación Centro Opción de Vida Covi.
El taller duró tres años. Perfeccionaron las técnicas vocales y grabaron un disco y dos videos.