El óxido cubre la pintura blanca con la cual fue recubierta la bicicleta. El paso del tiempo se evidencia en el deterioro del metal y en el caucho de las llantas. Los transeúntes caminan junto a la bicicleta convertida en monumento, que está arrimada a un poste.
Dentro de un pequeño tubo que sobre sale del pavimento están unas flores plásticas de colores púrpura y rosa. En el epitafio reza: Pablo Alberto Lazzarini (05/02/1970 a 28/09/2009). Al final hay escrita una frase que mantiene el sentimiento de quienes lo conocieron “Pero el amor es más fuerte”.
La bicicleta pertenecía al fotógrafo y ciclista italiano Pablo Lazzarini. La noche del 21 de agosto del 2009, él circulaba en su bici por la av. De los Shyris, rumbo a la casa de su novia, Clare St. Lawrence. Un automóvil blanco, que según testigos venía a exceso de velocidad, embistió al ciclista y lo dejó herido. El chofer se fugó.
Esa misma noche, Nora Stagnaro, la madre de Lazzarini, acababa de llegar del extranjero para visitar a sus hijos.
Lazzarini fue trasladado a una unidad de salud en Cotocollao, donde le practicaron dos cirugías de emergencia. El ciclista de 39 años y padre de tres hijos tenía dos costillas rotas, un pulmón colapsado y una lesión cerebral grave. A los dos días, Lazzarini ingresó con un coma severo por la sala de emergencia del Hospital Eugenio Espejo. Después de permanecer 35 días en el hospital, falleció por neumonía.
El caso de Lazzarini nunca llegó a los juzgados porque no se identificó al responsable. Según Clare, el vehículo blanco que impactó al ciclista no tenía placas y no pudo ser identificado por los ojos de águila que se encuentran en esa intersección.
“Todavía pienso en él, sobre todo cuando salgo a trotar con mi hija. Él solía acompañarme. Era una persona muy activa y feliz”. Clare está pendiente de la bici. Ella lleva flores y la arregla. “Está muy deteriorada”, comentó.
La pareja solía trotar y hacer deporte en el parque La Carolina. Todas las noches Lazzarini cenaba en la casa de Clare. Ella es vegetariana y el ciclista disfrutaba de su comida. El día del accidente, horas antes, él comentó sobre lo saludable y vivo que se sentía en esa temporada. Son frases e imágenes que no se pierden de la memoria de Clare.
Frente a la bicicleta de Lazzarini, una joven se detiene y mira cada detalle en blanco. Se muestra conmovida por la placa, mueve su cabeza y continúa caminando.
En la intersección de la avenida Amazonas y Pereira, en los exteriores del Banco Pichincha, hay otra bicicleta convertida en monumento. Allí no hay flores ni placas, pero sí el recuerdo del ciclista Hugo Vinicio Ortiz, de 39 años.
Él fue atropellado el 26 de septiembre del 2009, a las 15:40. Según el parte policial, el ciclista circulaba en sentido contrario al del bus. A pesar de que fue atendido por una ambulancia de la Policía Nacional y luego trasladado al Hospital Vozandes, al ingresar al quirófano, el ciclista sufrió un paro cardiorrespiratorio.
Según Víctor Hugo Ortiz, padre del ciclista, el proceso judicial ha sido largo y complejo.
En mayo del 2011 se dio la primera sentencia que fue de tres años de prisión para el chofer y USD 9 800 de indemnización. La familia de la víctima presentó una apelación y la sentencia se modificó a cinco años de prisión y USD 30 000 de indemnización. “Sin embargo, la sentencia no puede ser ejecutada porque desaparecieron 80 fojas del expediente”, aseguró Ortiz.
Alexandra Velasco, ciclista y amiga de la familia, recordó que los derechos de los ciclistas en las vías fueron introducidos en la Ley de Tránsito en el 2008. En su opinión, el desconocimiento de la ley por parte de la ciudadanía minimiza sus derechos.
“Es un tema de aplicación, conocimiento, compromiso y de voluntad política para aplicar la ley. La decisión política no la tienen los ciudadanos”.
Ortiz, padre del ciclista, prefirió no dar declaraciones sobre la situación actual de la familia. “Revivir los amargos momentos que pasamos es duro para todos nosotros. Así lo sentimos hace pocos días con la tragedia de Salomé”.
El pasado 28 de abril, la ciclista de élite Salomé Reyes fue atropellada por un bus. El accidente ocurrió en el sector de Cumbayá, al nororiente de Quito. El chofer de la unidad se fugó.
En los últimos tres años, cuatro ciclistas han perdido la vida en las calles de la ciudad. La última ciclista fue Gabriela Mejía, de 25 años. Ella falleció el 6 de mayo pasado. Otro ciclista se le cruzó y chocaron en el ciclopaseo. La joven cayó y se golpeó la cabeza. No usaba casco de protección.
Las bicicletas blancas son parte de una campaña mundial que se lleva a cabo para visibilizar la muerte de ciclistas urbanos que en su ejercicio de movilidad han sido agredidos y violentados. Más que en monumentos se han convertido en un acto de construcción de memoria para la ciudadanía. El propósito es que se recuerde que en esos lugares fallecieron personas que optaron por otra alternativa de movilización.