El 20 de mayo de 1964 es una fecha que nadie olvida en la España taurina. Esa tarde el país estaba prácticamente paralizado. Los obreros y los oficinistas salían presurosos de sus lugares de trabajo para prenderse del televisor. La razón era una sola: Manuel Benítez Pérez o simplemente ‘El Cordobés’, ese torero heterodoxo que se convirtió en la figura más universal del mundo del toro.
Ese 20 de mayo ‘El Cordobés’ confirmaba su alternativa en Las Ventas de Madrid. Sí, confirmaba su alternativa en la misma plaza en la que siete años antes se había lanzado como espontáneo y en la que recibió un castigo doble. La paliza que le dio el toro -milagrosamente no fue corneado- y su detención llevada a cabo por la Guardia Civil española.
Ese 20 de mayo de 1964 su figura era el contraste de aquella imagen de ese espontáneo joven y humilde, casi condenado a la miseria, tras una infancia llena de necesidades en su natal Palma del Río, al sur de España.
Según reseña el libro biográfico titulado “… O llevarás luto por mí”, ese día al menos dos tercios de la población española estaba atenta a la transmisión de la corrida de toros, cuyas imágenes llegaron en vivo hasta México.
“El tráfico y el comercio habían quedado casi paralizados; los guardias abandonaban sus puestos; las llamadas telefónicas quedaban sin contestación”, escribieron sus autores Dominique Lapierre y Larry Collins.
Como ocurrió en tantas otras tardes de fiesta, ese 20 de mayo de 1964 ‘El Cordobés’ fue feamente corneado, una imagen que recorrió el mundo entero.
Benítez ya era para entonces un fenómeno de masas. Nadie como él había movido tanta gente: las plazas quedaban pequeñas, las ciudades se alborotaban y los obreros podían salir una hora antes de sus trabajos para verlo torear gracias a la TV.
“Es un hombre extrovertido, simpático, con don de gentes y con una gran personalidad”. Así lo define el matador español Gabriel de la Casa, quien recibió la alternativa de manos de ‘El Cordobés’ en Manzanares, en 1965.
Esa personalidad única la dejó sentada una vez más el sábado en la Plaza de Iñaquito, cuando después de recibir una placa conmemorativa tomó arena del ruedo y se la puso en uno de los bolsillos de su traje oscuro.
Así es ‘El Cordobés’, un torero que también sedujo a la afición capitalina en las décadas de los años 60 y 70. Incluso se llevó el trofeo Jesús del Gran Poder en 1963 y en 1965; este último año lo compartió con El Viti.
Su historia y la de su apellido también esconde pasajes que resultan al menos polémicos para el gran público. Como el caso de Manuel Díaz (1968), quien también se apoda ‘El Cordobés’, hijo no reconocido del V Califa del Toreo. Su parecido resulta incuestionable, aunque solo una prueba de ADN sería la evidencia reina de la paternidad; un examen definitivo al cual ‘El Cordobés’ nunca ha querido someterse.
Conocido es que nunca tuvo una relación buena con su hijo natural. Al punto que no quiso que Díaz se anunciara en los carteles como ‘El Cordobés’.
La disputa llegó a los juzgados. Y finalmente el Tribunal Supremo español autorizó a inicios del 2000 a Díaz que use ese sobrenombre, en virtud de que Benítez no había usado ‘esa marca’ en los últimos cinco años.
Este hijo y torero no reconocido también ha actuado en Quito. Lo hizo en la Feria de 1995, practicando un estilo similar al que tenía su aparente progenitor.
Esta dinastía torera continúa ahora con Julio Benítez Freysse, quien también se hace apodar ‘El Cordobés’, y que está anunciado para la corrida de hoy.
A diferencia de su medio hermano, Julio sí cuenta con el respaldo de su padre y su madre Martina, una francesa que es esposa de esta figura universal. Y al igual que el mote ‘El Cordobés’ sigue vivo, también lo está la polémica. Esta vez, porque el inigualable Manuel Benítez Pérez no desea que sus dos hijos alternen en ningún ruedo, en ningún cartel.