Edificios y casas reemplazaron a los cultivos de maíz y de cebolla. El entorno del aeropuerto Mariscal Sucre dejó de ser rural, para convertirse en una zona residencial, comercial, saturada…
Corría el 5 de agosto de 1960. Oswaldo Acosta, ex técnico de la Dirección de Aviación Civil (DAC), presenciaba la ceremonia de inauguración de la terminal aérea de Quito. “Fue un acto muy sonado y lindo. Se repartieron recuerdos”.
La construcción costó 16 millones de sucres y fue financiada por el Eximbank, de EE.UU., y con aportes del gobierno de Camilo Ponce. La empresa Smith Engineering inició con las obras, pero no las terminó. Lo hizo el Gobierno, en cuatro años.
Los aviones Douglas DS3, con capacidad para 28 pasajeros, fueron los primeros en aterrizar. Surcaron el cielo quiteño, sobre bosques y quebradas, que por esa época configuraban la geografía de la ciudad.
Segun Acosta, se le eriza la piel cuando recuerda que una de las quebradas pasaba cerca de la pista. Los Douglas DS3 distan mucho de los Boeing que ahora sobrevuelan el cielo capitalino, casi acariciando, a la hora del despegue y del aterrizaje, edificaciones de barrios como El Rosario, La Luz, La Kennnedy, La Florida y La Rumiñahui.
El primer vuelo fue entre Quito y Guayaquil. La compañía aérea de los Hermanos Guerra y Ecuatoriana de Aviación fueron las pioneras en Quito. El primer accidente aéreo se produjo al mes de la inauguración, en septiembre de 1960. Un avión Fairchaild F27, que cubría la ruta Guayaquil- Quito, se estrelló en el cerro el Atacazo.
Está previsto que el aeropuerto Mariscal Sucre se cierre de manera definitiva en la noche del 11 de octubre de este año. Enseguida empezará a operar la terminal de Tababela.
Acosta respira profundo y expresa alivio cuando se convence de que el traslado por fin se concretará. “A los 15 años de operaciones se notó la necesidad de buscar un nuevo sitio para el aeropuerto”. Sus principales argumentos: las 150 hectáreas de extensión de la terminal ya no eran suficientes; y el vertiginoso crecimiento poblacional e inmobiliario en los alrededores.
Tababela fue la alternativa escogida desde el 22 de abril de 1980. Ese día, el ex presidente Jaime Roldós Aguilera expidió el decreto 204, en el cual dispuso que se expropiaran terrenos en la parroquia, para construir la terminal. El proyecto quedó congelado hasta la Alcaldía de Paco Moncayo, cuando se autorizó la firma del contrato de construcción y el inicio de las obras.
El Mariscal Sucre también sufrió transformaciones, al igual que su entorno. Héctor López, ex piloto de la FAE, recuerda que se cambió la torre de control. Desde el 2003 se mejoró el área de arribo internacional. La antigua vereda se convirtió en un vestíbulo amplio y acogedor con restaurantes en los alrededores. “Ahora, los pasajeros ingresan a las aeronaves por las mangas y ya no deben caminar por la pista”.
En la terminal, actualmente, operan 11 aerolíneas de pasajeros y siete de carga. Diariamente viajan 15 000 personas, en promedio. El año pasado se registraron 5,4 millones de viajeros. Y operan 200 empresas, entre públicas y privadas.
Una de las etapas más duras y dramáticas del largo historial del Mariscal Sucre fue la salida de los migrantes, luego de la quiebra bancaria de 1999.
El lojano Giovanni Torres viajó a España en el 2001, porque no conseguía trabajo. “Yo no conocía el aeropuerto de Quito. Cuando ingresé era una sala amplia, donde todas las personas dejaban a sus familiares”.
El trajinar de los viajeros se trasladará a Tababela. En el terreno del Mariscal Sucre se levantará un parque. Acosta quiere estar en la inauguración.
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Testimonios
Lotero. Ángel Morillo / 61 años
‘Un escenario de la política’
Durante los 48 años que laboro en el aeropuerto, desde las 06:00 hasta las 17:00, he visto pasar a los políticos más influyentes del país, como a los ex presidentes Jamil Mahuad, Abdalá Bucaram y Lucio Gutiérrez. Los vi en dos momentos: cuando eran pasajeros estrellas y se les hacía honores y cuando huyeron del país.
En la caída de Gutiérrez hubo alboroto en la terminal, la gente en los pasillos iba y venía. Otros se comunicaban por radios y teléfonos, alertaban que ya estaba cerca. Fue un caos.
Cada vez que hay un accidente o un hecho político, las operaciones se cierran. Los pasajeros se molestan, no entienden, solo quieren viajar. También he visto tragedias, la que aún tengo en mi memoria fue la de Aeca. Aquella vez murió mucha gente.
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Maletero. Víctor Conde / 69 años
‘En la noche se cerraba todo’
Desde hace 33 años trabajo en el aeropuerto, empecé en las bodegas de Ecuatoriana de Aviación y ahora soy miembro de la Asociación de Maleteros 2 de Enero. Cuando empecé, el aeropuerto se cerraba a las 19:00. Todo quedaba oscuro y vacío. Poco a poco se fueron incrementando los vuelos y ahora está operativo las 24 horas.
El primer vuelo salía a las 06:00. Cuando cayó la ceniza del volcán Guagua Pichincha, en 1999, la terminal se cerró más de una semana. Los maleteros barríamos todos los días la pista.
En los accidentes actuamos como camilleros, somos los primeros en ser llamados para ayudar en las tareas de emergencia. Recuerdo que auxiliamos en los accidentes de Cubana de Aviación y el de Aeca. El aeropuerto mejoró, los pasajeros lo reconocen.
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Vendedor. Carlos Paredes / 68 años
‘La terminal era pequeña’
Desde el 7 de mayo de 1987 recorro las instalaciones del aeropuerto vendiendo mapas y cordones. Mi jornada es de 06:00 a 17:00. Así pude educar a mis ocho hijos.
Mis clientes fijos son los turistas extranjeros, aunque a veces también me buscan los estudiantes. El precio de los mapas es negociable, entre USD 7 y 9.
Cuando empecé, en el aeropuerto solo había la parte de lo que hoy es la salida nacional. El lado internacional era un espacio vacío. Se hicieron mejoras para mayor comodidad de los pasajeros. Se retiró la terraza desde donde los familiares despedían a los viajeros. Antes no había sillas ni salas de espera, era desordenado.
Recuerdo que la gente esperaba de pie o afuera. Aspiro a seguir sirviendo a los viajeros, si me lo permiten iré a Tababela.
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Lustrabotas. Miguel Toapanta / 78 años
‘Los pasillos han sido mi casa’
El 1 de enero de 1970 empecé a trabajar en los pasillos del aeropuerto. Estos han sido mi casa desde hace 42 años.
Con mi cajón y franela he limpiado zapatos de los pilotos y hasta de ex presidentes como Guillermo Rodríguez Lara.
Durante este tiempo he sido testigo de los cambios físicos de la terminal y del sector. Al inicio, no había edificio del lado internacional. Allí había un pasillo con rejas por donde salían los pasajeros. Era incómodo.
Desde hace nueve años, hay una sala grande para la espera, sillas, hay más seguridad e información. Ahora es moderno. En el barrio no había casas por los alrededores, era desolado. Pero siempre hubo el servicio de buses. Eso me permitió llegar puntual a mi puesto de trabajo, mi jornada se inicia a las 06:30.