Está impaciente y tiene una mirada muy inquieta. Con su mano derecha sostiene una cartera de cuero alargada y con la izquierda, una hoja de papel en la cual están impresos varios números (000, 32, 560, 638′) no son más de 20. Desde hace un mes, Regina López cambió su rutina, luego del trabajo. Es secretaria y de lunes a viernes, a las 18:30, es una de las personas infaltables en el amplio vestíbulo del Centro Comercial Iñaquito (CCI), donde hay un local de Panini. Esta empresa italiana distribuye los cromos del álbum del Mundial de Fútbol. En la cartera de cuero alargada guarda los cromos repetidos. Tiene muchos y los saca con agilidad cuando se da cuenta que alguna persona llega en busca de los adhesivos. “Tiene para intercambiar”, dice con una voz delicada y con una amplia sonrisa. El martes pasado, a las 19:10, Jorge Mejía aceptó la propuesta. A diferencia de López, él identifica los cromos que le faltan solo con ver la imagen de los jugadores. Es un aficionado a los álbumes de los mundiales de fútbol. Tiene siete llenos. En 1982 se embarcó por primera vez en el viaje que le llevó a tener al alcance de sus manos a los jugadores de todos los equipos que disputaron la copa del mundo de ese año. Lo hizo con ayuda de su padre. Tenía 8 años y recuerda que por un azar del destino consiguió el cromo que le faltaba, horas antes de que la televisión transmitiera el programa de inauguración de la fiesta futbolera. “No tenía el de la mascota, Naranjito. Estaba llorando y con el álbum en la mano. Un señor se acercó a mi padre y le vendió el cromo. Hasta ahora siento esa incomparable sensación de felicidad. Es inolvidable”.A Mejía le sirvieron siete de los que tenía López. Ella solo consiguió uno y le pidió USD 0,60 para cerrar el fugaz negocio.Detrás de ellos, unas 20 personas más intercambiaban los adhesivos. Una de ellas era Yolanda Tamayo. Es la segunda vez que está involucrada en una actividad de este tipo. La primera fue antes del mundial Korea-Japón 2002. Su hijo, Ariel, quería ver por primera vez a los jugadores ecuatorianos en esas páginas exclusivas. Tamayo tomó la decisión de pagar hasta USD 20 por un cromo. Fue por el del conocido jugador portugués Figo. “Solo me faltaba ese para llenar el álbum. En el 2006 no lo hice”.Junto a ella, Paúl Erazo intentaba cerrar otro negocio. Al revisar los cromos repetidos de Miguel Mantilla, encontró el tan preciado 638. El dueño no lo quería vender, la propuesta era que Erazo consiga el 000, para cambiar.“Espérame un ratito, le llamo a un compañero de la oficina, él tiene ese cromo repetido”, decía Erazo mientras aplastaba las teclas.La llamada se fue al buzón de mensajes y el intercambio no se concretó. A las 20:05, López guardó la cartera de cuero en su bolso y caminó hacia el parqueadero. Vendió 43 cromos y compró uno.