Para mí, la libertad no es un valor sino una cultura. Actuar libremente es un engranaje para que la sociedad funcione correctamente. Su importancia radica en que consiste en dar y recibir.
Por ello, la libertad es un modo de vivir en el que se desarrolla la persona sin afectar a los demás; pero, sobre todo, sin tener miedo para actuar. Siempre y cuando ese proceder esté enmarcado en un comportamiento ético y con valores.
La represión de uno mismo y de la sociedad genera un ambiente de intranquilidad y angustia que se refleja en una sociedad limitada por el miedo. Por ello, la libertad debe ser trazada por cada persona y no impuesta por un tercero.
Una persona que vive sin temores ni apegos materiales es libre. Y si una comunidad está conformada por ciudadanos con esa visión, la armonía y paz son la constante en ese lugar.
Para mi profesión es vital la libertad para contratar libremente proveedores, relacionarme con clientes y realizar investigaciones que regulen relaciones entre el ambiente y las empresas.