La Jipijapa sufre durante las noches

Junto a los postes de luz, en las aceras de las calles Islas Isabela y Floreana, en la Jipijapa, hay botellas de vidrio amontonadas. Son grandes y pequeñas, de cerveza, ron, aguardiente y de gaseosas. Los vidrios trizados también aparecen en plena calle. A esto se suma el olor a orina. Al recorrer otras calles como la San Cristóbal, se observan más desperdicios. Son las secuelas de las reuniones de amigos, de la noche anterior, en las esquinas de ese barrio del norte de Quito. Es viernes y las manecillas del reloj marcan las 09:20. Las calles están semivacías. Pocos vehículos transitan por el sector. Los restaurantes y negocios de comida tienen sus puertas enrollables cerradas. Pocas personas se movilizan por las aceras. Doce horas antes ya están muchas personas. Grupos de amigos que se reúnen para consumir licor. La noche del jueves otra era la imagen de este barrio. Vehículos estacionados con las puertas abiertas, en los costados de las calles Isabela y Floreana. Sus propietarios, sujetando vasos y botellas, conversaban y reían. La música en las noches del jueves, viernes y sábado molesta a los vecinos. Ese ruido terminó ahuyentando a una vecina de la calle Floreana, luego de residir 42 años en esa zona. La mujer, que pidió el anonimato, dice que se cambió de casa porque el sector perdió la tranquilidad. “Con ese bullicio es imposible descansar”. En las mañanas, ella encontraba botellas de licor por todo lado. “Me da pena salir de este barrio. Los desconocidos acabaron con mi tranquilidad”. Para ella, todo empezó cuando se abrieron las licorerías. A eso se suma la falta de control. “La Policía que patrulla pide, a través de un altavoz, que la gente se retire de la calle. Sí hacen caso, pero cuando los policías se van, unos vuelven. El bullicio dura hasta las 03:00 ó 04:00”.El teniente Miguel Ángel Muñoz, de la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) de La Jipijapa Uno, comenta que el patrullaje en este sector es constante. De domingo a miércoles, no se altera el orden público en la Floreana, Isabela y San Cristóbal, dice. Pero la situación cambia de jueves a sábado, cuando llegan a tener dos llamadas diarias de los moradores que se quejan.Estas comunicaciones se realizan a través de la central 101 o a los teléfonos directos de los uniformados, debido a que en la UPC no existe un número de teléfono convencional. “Nuestro trabajo es preventivo. En la unidad somos 10 policías, que trabajamos en dos grupos. Cuando pedimos a las personas que liban en las vías que se retiren, sí colaboran”.La unidad tiene dos patrulleros. Otra vecina, que tampoco quiere identificarse, reconoce que sí hay patrullajes. “El problema es que la gente es necia”. La moradora cuenta que últimamente el apoyo policial aumentó. La situación mejoró hace dos o tres meses, cuando se colocaron el semáforo en la Floreana y las señales de No estacionar en la Isabela. Desde entonces, las grúas del Municipio se llevan a los automóviles mal estacionados hasta las 18:00. Pero en las noches, esos espacios pueden ser utilizados sin restricción. “Hay muchos vecinos que no han vendido sus casas y se han ido del barrio. Una vez vi que se estaban orinando en la pared de mi casa y le reclamé al hombre. Me lanzó una botella vacía”. En las mañanas de los domingos, los vecinos se dedican a barrer la basura. Con escobas retiran los desechos. Las aceras quedan limpias hasta el miércoles. Durante el día, el barrio no es tan seguro . En La Jipijapa hay personas que han soportado hasta siete veces el robo de sus casas. Por ello, en las puertas se colocan protecciones de hierro. Los vecinos que denuncian no quieren identificarse, por temor a represalias, especialmente de los dueños de las licorerías. En definitiva, La Jipijapa se convirtió en un destino para quienes quieren compartir unos tragos escuchando la música que sale de los parlantes de su vehículos. Desde las casas, los vecinos observan por las ventanas.

Suplementos digitales