Hugo Burgos. Antropólogo.
A propósito de los grandes derrumbes y fatalidades que han ocurrido últimamente en el sector barrial de La Forestal, enclavado como otros en la llamada Loma de Puengasí, cuchilla que se extienden al sur de la ciudad y que va a terminar en un declive conocido como La Grada de Quito, cerca de Tambillo, surgen para el investigador del Camino de los Incas, varias anécdotas y testimonios que vale la pena comentar.
Hoy este sector está surcado por la estratégica avenida Simón Bolívar, mejorada sustancialmente por una vía de alta velocidad: el Corredor Oriental, que recorta a la mitad de tiempo el viaje a Machachi.
En la parte alta de La Forestal se encuentran las antenas de la Armada, seguidas de varias explanadas, una de las cuales tiene una ubicación inmejorable porque permite vislumbrar paisajes hermosos de la tierra, mejor cuando el cielo de Quito entrega su diafanidad.
El primero domina dos valles importantes, todo el valle de Turubamba, Chillogallo, La Magdalena, seno de una laguna prehistórica, al sur del Panecillo. El otro, es la inmensidad del valle de Los Chillos.
En ambos casos, intimidan las cordilleras, el Pichincha con su borde de volcán hasta los grandes Illinizas, o al frente, la Cordillera Oriental, permite advertir más de media docena de montañas y nevados que demarcan un anfiteatro espectacular, desde el Cotopaxi, Antizana y Cayambe, pasando por el Rumiñahui, Sincholagua, Puntas, etc.
No hay ciudad andina que pudiera estar rodeada de tanta perfección de la naturaleza.
En la plataforma mencionada se pudo comprobar que estuvo ubicada una construcción o tambo llamado de Pilcocancha (en quichua antiguo, Pilco significaba pájaro. También, “algo coloreado o rojo”. Cancha era un cerramiento de aposentos internos clásico en la conocida arquitectura inca.
Da la fortuna que el poco conocido libro ‘Compendiosa relación de la cristiandad de Quito’, (Madrid 1947), del jesuita expulsado Bernardo Recio, S. J., escrito en Gerona (1773), da cuenta que sobre San Juan Evangelista de Chimbacalle, se ve un cerro (Puengasí).
“Donde en tiempos pasados, el demonio sugirió la superstición de adorar a Judas. Una vez conocido el engaño, se colocó allí una cruz, a cuyo collado los indios hacían sus romerías”.
Por documentos se evidencia que esta plataforma y monumento eran conocidos como Pilcocancha. Indudablemente, estatua y paredones constituían una ‘huaca’, un santuario prehispánico que había sobrevivido en las colinas del sur de Quito.
Otro misionero nos habla de que en Puengasí se ubicaba “un templo del demonio”; donde el demonio hacía sus fiestas, creencias que los doctrineros llamaban “idolatrías”.
Pero que habría sido utilizado por los sacerdotes nativos, principalmente, como un oráculo o santuario de altura dedicado a ritos, relacionados con el camino y viaje hacia el Cusco, camino relicto que hoy se conoce como Camino de los Incas.
Pilcocancha es ya un hito de la geografía sagrada de Quito prehispánico y, a la vez, uno de los patrimonios inmateriales de la ciudad.
Los caminos prehispánicos de Quito no iban por el valle sino todo por filo de montaña, tal como éste que daba su inicio en la ahora famosa ciudadela Forestal.