En la Hojalatería Silva, los estantes están llenos de pequeñas cocinas, refrigeradoras, ollas, baldes, regaderas, tambores, todos fabricados en hojalata. Hace 56 años, Humberto Silva, se instaló en un pequeño local, con el número Oe1-126 de la calle Morales, conocida como La Ronda. En un inicio fabricaba y vendía canales de riego, comederos de aves y otros utensilios para uso agrícola. El oficio de hojalatero lo aprendió de su padre, oriundo de Guamote, en la provincia de Chimborazo. Junto a él aprendió a trazar los moldes, doblar y cortar los toles metálicos y a dar los acabados finales. Antes de volverse hojalatero, el hombre robusto, alto y de cabello cano trabajó durante tres años en el área de operaciones en la Empresa Nacional de Ferrocarriles. A sus 23 años, la muerte de su padre le sorprendió y decidió dejar su trabajo en la empresa estatal. A esa edad y con el oficio aprendido llegó a Quito a poner su propio negocio. Al inicio, él mismo se encargaba de la instalación de los canaletes y comederos. “Hasta hace unos años yo mismo subía a los techos de las casas para instalar los canales de agua lluvia”. Sin embargo, la introducción en el mercado de utensilios y herramientas de plástico hizo decaer un negocio que se mantenía desde los tiempos de la Colonia. Entonces, empezó a fabricar a mano réplicas en miniatura de los baldes y regaderas. A estos se sumaron vistosas cocinas, ollas y tambores de juguete. En el padrón de 1768 estaban registrados ocho ‘olleros’ o alfareros en los sectores de Santa Bárbara y San Blas. De estos cuatro eran mujeres, según registra Martín Minchón, en su libro ‘El pueblo de Quito 1690-1810’.Silva espera que el oficio de hojalatero perdure en el tiempo. Tiene puestas sus esperanzas en los dos aprendices que trabajan para él. “Mis tres hijos saben algo del oficio, pero cada uno ya tiene su profesión. Los oficiales me ayudan a fabricar los juguetes y las otras piezas en sus locales”. Desde que falleció su esposa vive con la menor de sus tres hijos en Solanda, en el sur. Sobre una repisa tiene una pequeña urna dorada que él mismo fabricó. En su interior se ve una estampa del Señor del Gran Poder, de quien es fiel devoto.El hojalatero, de 79 años, busca entre sus herramientas un martillo y sobre un soporte de madera ajustado a un mesón da un par de golpes para ajustar los remaches de un balde. Otras veces se dedica a doblar y cortar el tol galvanizado, en una máquina que fabricó él mismo con un pedazo de riel y un banco de madera. Así pasa el tiempo en su local, que está abierto de 10:00 a 16:00, de lunes a jueves. En un viejo radio le gusta escuchar boleros que en otros tiempos solía cantar, cuando era parte del trío musical Los Guajiros, en su natal Guamote. Los viernes y sábados atiende hasta las 11:00. Los adultos son quienes más compran los juguetes. “Algunas personas llevan como adorno, otras compran para que jueguen sus hijos”. Un paquete con 12 piezas de juguete cuesta USD 4 y un tambor USD 5. Asegura que la rehabilitación de la calle La Ronda mejoró la imagen de su negocio. “Antes, la calle era insegura. Ahora hasta los turistas pasean y se llevan los juguetes como recuerdo”. Aunque los juguetes metálicos son los que más se venden, Silva aún fabrica regaderas de jardín, canales, moldes para pasteles, harneros, candelabros y faroles. “Cuando aún no había alumbrado público, los faroles eran utilizados por las personas que hacían las rondas y anunciaban la hora por las noches”. Cuando no está en su taller fabricando o pintado juguetes, Silva está en las canchas de fútbol de la liga San Sebastián. Es hincha del ‘Papa Aucas’, equipo al que sigue apoyando, pese a su lamentable descenso a la segunda división. También es dirigente deportivo del cuadro La Ronda, que según cuenta, lleva 18 campeonatos a su favor. Antes de ser dirigente, jugaba de arquero en ese equipo.Cerca del mediodía, un par de turistas entran a su local y con mucha curiosidad observan los juguetes. Con una sonrisa se despiden y salen. En el pórtico hay una silla metálica donde se sienta a ver pasar a la poca gente que circula a esa hora en la colonial callejuela del Centro Histórico.