La Feria de Quito Jesús del Gran Poder está llena de esos personajes que destilan recuerdos y vivencias inolvidables. Uno de ellos es el español Faustino Barragán, conocido en el mundo taurino como ‘Gitanillo Rubio’. Un enamorado de los toros que empezó su trajinar en los ruedos cuando tenía 12 años.
Como buen gitano, Barragán dice ser amante y “loco” por el flamenco, la poesía y la bohemia. Su vinculación con la tauromaquia nace, precisamente, de su andar con cantaores y toreros. Sus primeros lances los dio en las casas de campo de su natal Fregenal de la Sierra (cerca a Sevilla), acompañado de ese monstruo llamado Antonio Bienvenida. “Me hice novillero muy joven y salí dos veces por la puerta grande en Madrid. Luego decidí ser subalterno y trabajé con las grandes figuras de la fiesta”, dice con orgullo.
Forman parte de esa larga lista, matadores de la talla de Pedré, Manzanares, Curro Vásquez, Curro Romero, César Rincón, Rafael de Paula, Enrique Ponce y el nacional José Luis Cobo, con quien se retiró de los ruedos hace 10 años en el coso de Iñaquito.
Aunque el ‘Gitanillo Rubio’, apodo que se justifica por sus ojos azules y su pelo claro (algo encanecido), añora aquellos tiempos dorados, asegura que la fiesta de ahora es más profesional.
“Los toreros de la actualidad se cuidan mucho, se entrenan y hacen de esta profesión un oficio cada día más grande. En mis tiempos las cosas eran más distendidas, más relajadas”, sentencia.
Y ese bagaje de experiencia de Barragán ahora se vuelca hacia los jóvenes valores de la fiesta. Por ejemplo, es el apoderado de Gabriel Bernal, un joven torero español que protagonizó recientemente la película ‘Monolete’.
Conocedor cercano de las ferias que se realizan en América, el ‘Gitanillo’ cuenta que Lima era la que más importancia tenía, luego los ojos del mundo se fijaron el la feria de Cali y ahora las miradas del planeta toro apuntan a Quito.
Uno de los aspectos que más destaca Barragán de la feria quiteña es su gente. “El público de Quito es muy divertido y festivo. Tiene una alegría que se transmite fácilmente al ruedo y al callejón. Por eso, la mayoría de toreros y ex toreros amamos esta ciudad”.
Con 65 años de vida y 53 de ellos en el mundo taurino, el Gitanillo Rubio’ augura muchos años más de presencia en el coso de Iñaquito, compartiendo su experiencia con las nuevas figuras.