Cuando el músico Paco Godoy interpretó el pasillo ecuatoriano Sombras, Miguel Sotomayor bajó la cabeza, se cubrió el rostro con las manos y sollozó.
La melodía se escuchó ayer en la parte occidental del cementerio de San Diego, en el sur. El concierto fue parte de un homenaje realizado por la Funeraria Nacional para conmemorar el Día de los Difuntos, celebrado ayer.
“Cuando tú te hayas ido, me envolverán las sombras’” cantó en voz baja Sotomayor, quien acudió solo al cementerio.
Él llegó desde Chillogallo a visitar las tumbas de sus padres. Ellos fallecieron hace dos años en un accidente de tránsito. “Dios me los arrebató muy pronto. Aún me duele su ausencia”, dijo este padre de tres niños.
Luego de que Godoy terminó de interpretar el pasillo, Sotomayor llevó las rosas rojas y blancas a los nichos de sus progenitores. Las acomodó en un envase de vidrio que compró en el interior del cementerio en USD 0,50.
En ese lugar la afluencia de visitantes fue masiva. En el sitio donde se presentó Godoy se colocaron carpas blancas para oficiar una misa y el concierto.
Las hermanas Sonia, Gloria y María Viteri visitaron la tumba de su madre, quien falleció hace 10 años. Adornaron su tumba con flores amarillas, blancas y limpiaron la lápida. Luego de arreglar el espacio acudieron a la misa campal y tenían previsto visitar el cementerio del Parque de Los Recuerdos. Ellas viven en Toctiuco, en el sur de Quito.
Marta Quimbita, en cambio, llegó a San Diego desde Tumbaco. La mujer, de 72 años, visitó las tumbas de su esposo y su cuñado. “Este día es concurrido, pero hay que aprovechar para reparar los nichos y orar por los difuntos”.
María Pascuales, por su parte, compró rosas y claveles blancos. Dijo que eran las flores preferidas de su hermana, quien falleció hace cinco años. Pascuales fue acompañada de su esposo, quien también visitó la tumba de un tío.
“Las flores son el regalo más bonito que les podemos dejar a nuestros muertitos”, exclamó Pascuales, mientras buscaba el pabellón donde enterraron a su hermana Francisca.
La pareja tuvo dificultades para movilizarse entre los pasillos debido a la cantidad de gente que se desplazaba por el camposanto.
En los pabellones decenas de personas depositaban tarjetas, flores, recuerdos, rosarios y cartas en los nichos.
Algunos llevaron sus propias escaleras, pintura y herramientas para adecentar las tumbas. En algunos corredores se escuchaban los susurros de llanto y rezos.
Ángel Puchaicela caminaba presuroso entre la multitud, junto con su grupo de mariachis. Tuvo una presentación a las 09:00 y aguardaba por la segunda que sería a las 11:00, en el lado sur del cementerio. “La gente acostumbra dar serenos a sus seres queridos. Es una manera de homenajearlos y expresarles su cariño”.
Por la interpretación de ocho canciones cobra USD 40, según explicó Puchaicela, mientras repartía tarjetas de presentación de su grupo entre los visitantes.
Santiago Puruhá también aprovechó la afluencia de público para vender algunos productos. Entre ellos: esferos, cinta adhesiva, alambre, envases de vidrio, tarjetas… para arreglar los nichos.
El hombre, de 45 años, también llevó a sus dos hijos para que lo ayudasen en la venta de artículos. “Aprovecho estos días para llevar algo de dinero extra a la casa”.
Este año el Municipio controló la venta en las afueras de los camposantos de la ciudad. Esto ayudó a que haya más orden en los cementerios. Los comerciantes se ubicaron en carpas plásticas y en orden en las afueras de los cementerios. Eso permitió tener la vía libre para los visitantes.
Sin embargo, sí hubo complicaciones en el tránsito alrededor de San Diego. Los policías que se ubicaron en las afueras no se dieron abasto para dar fluidez a la congestión que se formó en el sector del túnel de San Diego.
Otro lugar donde hubo más tránsito fue en la av. Eloy Alfaro y Granados, en el norte. En los alrededores del cementerio El Batán.
Allí la concurrencia también fue masiva. Wilma Gavilanes aprovechó la mañana para visitar la tumba de sus abuelitos, primos y amigos. Luego de escuchar la misa que se ofició en ese lugar, recorrió, junto a su padre Miguel, los pabellones de El Batán.
Ambos llegaron desde San Carlos y tenían previsto regresar a su casa para disfrutar de la tradicional colada morada.
Los pasillos también lucieron concurridos. Los nichos estaban adornados con flores y tarjetas de varios colores.
Los cinco integrantes de la familia Yungán escribieron una carta para dejarla en la tumba de la abuela Martha Tenorio. Subido en una escalera, el menor de los nietos colocó la misiva en el nicho superior. “Es una costumbre que hacemos todos los años”.
Después de la visita tenían previsto ir al cementerio de Carapungo para visitar a más parientes enterrados en ese lugar.
Los músicos también tuvieron su espacio en este sitio. Estéfano Salazar contrató a un dúo para dar un sereno frente a la tumba de su madre. “El dolor que siento lo demuestro con canciones. Mi madre debe saber lo mucho que la quiero en cada tonada”.
“Este día es especial porque visitamos a quienes nos dejaron”.
Martha Quimbita
Moradora de Tumbaco
“Las flores y los rezos son los mejores regalos para los difuntos”.
María Puja
Vecina de la Villa Flora
“Es un día de reflexión y de recuerdo de los seres queridos”.
Ana León
Vecina de Turubamba
“Hay que reflexionar sobre la vida y aprovecharla”.
Juan Zurita
Vecino de Calderón
“La muerte de un pariente es lo más triste y doloroso”.
Sandra Ríos
Vecina de Carcelén
“El homenaje a los seres queridos debe ser con flores”.
Santiago Cruz
Vecino de Calderón