Sutileza, elegancia, picardía en unos casos y, en otros, cierto desdén. Son algunas características que hacen que el piropo sea una alternativa diferente para conquistar a una mujer.
Así coinciden cuatro piroperos, a quienes los versos dulces, delicados, originales y con rima les atraparon. Esto los motivó a crear más galanterías.
El poeta Efraín Cepeda Pazmiño, por ejemplo, decía piropos desde cuando tenía 18 años. A fines de la década de los cuarenta se reunía, con sus amigos, en las tradicionales calles del centro para halagar a las quiteñas, que paseaban luego de la merienda.
Un caso totalmente opuesto es el de Laura Recalde, la autora del Himno a la Tercera Edad. Su habilidad para escribir la descubrió a sus 65 años, tras la muerte de su esposo. En ese entonces, 13 años atrás, se dedicó a escribir versos y ahora forma parte del Club de Poesía La Delicia.
Ella confiesa que en un inicio le resultó difícil escribir piropos para caballeros, pero ahora las palabras fluyen.
Jennifer Castillo y Édison Oña, en cambio, sintieron ese encanto que produce la poesía, a través de las clases en sus colegios. Coinciden que los versos son la mejor forma de expresar sus sentimientos.
Jennifer Castillo
‘Los chicos pueden recibir los halagos’
‘Al otro lado del río/ te he de echar un silbidito/ si escucha tu mamá/ dirás que ha sido un pajarito”. “Quiteñito de mi vida/ no me digas que no/ porque si me dices que no/ me moriré de dolor”.
Con estos piropos, Jennifer Castillo, a sus 15 años, ha participado en dos ocasiones en el Festival Estudiantil del Piropo, que desde hace seis años congrega a estudiantes de diversos planteles de la ciudad. Jennifer estudia en el Colegio Municipal Eugenio Espejo.
Crear versos, jugar con las palabras le resultó una experiencia única, tomando en cuenta que en un principio, cuando escuchó que debía realizar versos dedicados a los chicos, le pareció un poco extraño. Luego le resultó una experiencia diferente y divertida.
“Antes solo las mujeres recibíamos los halagos, pero ahora son otros tiempos. También es bonito halagar a un hombre, tiene su encanto. Ellos se emocionan. Se puede expresar los sentimientos muy delicadamente con versos que rimen”.
Cuando estudió la primaria en el Colegio de América, le gustaba escribir frases. Pero fue la profesora Enna -de quien solo recuerda su nombre- que le ayudó a mostrar su creatividad en el momento de plasmar los versos sobre el papel.
“Ella nos leía los poemas que hacía, era bastante espontánea y eso aprendí a reflejarlo en las frases que yo escribía”.
El ejemplo también lo tenía en casa, cuando veía a su madre, Ligia Sánchez, leer novelas, libros de poesía, etc. Ella le motivó a la lectura y a la oratoria.
En el colegio en el cual ahora estudia, el Eugenio Espejo, le han incentivado a leer. Reconoce que esa costumbre le ayuda a mejorar su vocabulario.
“El piropo permite tener un contacto directo entre un hombre y una mujer. Es una forma viva y divertida de coquetear con la pareja. O también expresar rechazo o tristeza, pero eso sí sin caer en lo grotesco”.
La joven aspira a seguir creando piropos. Su sueño también es participar el próximo año.
Efraín Cepeda Pazmiño
‘El piropo tiene esa chispa quiteña’
Efraín Cepeda Pazmiño fundó el Club de Poesía La Delicia, el 14 de febrero del 2002, y fue el artífice del Festival del Piropo, que se desarrolla en el Distrito.
Cepeda, de 82 años, empezó a crear y decir piropos durante su adolescencia, pero fue a los 18 cuando el piropo se convirtió en la mejor manera para expresar a las quiteñas su sentir.
En ese entonces, vivía en un departamento de la Casa Pardo, en las calles Oriente y Guayaquil, en pleno Centro Histórico. Allí también había una sala de billar, que para 1946 era el punto de encuentro de muchos jóvenes de La Tola, de La Guaragua y de la Plaza del Teatro.
Pasadas las 19:00, él y sus amigos se reunían en las veredas de las calles Guayaquil y Esmeraldas para piropear.
“Hacíamos calle de honor y decíamos piropos a las lindas quiteñas, que salían después de la merienda a pasearse por la calle Guayaquil”, recuerda don Efraín, como todos lo llaman.
“Ojitos de capulí, piel de durazno, boca jugosa como sandía, déjeme entrar en su frutería”, decía a las jóvenes.
También escribió versos a la tradicional Plaza del Teatro. Su fuente de inspiración, confiesa, fueron los poemas que en ese entonces publicaban el Diario EL COMERCIO y el vespertino Últimas Noticias. Años más tarde, mandaba sus colaboraciones para el segmento ‘Sábado poético’.
Y sus versos lo llevaron al altar. “Al pie del balcón florido/ te canto esta serenata/ yo quiero ser su marido/ porque esta pasión me mata”. Le dijo a Beatriz Peñaherrera Campana, cuando fue a darle una serenata. Con ella tuvo nueve hijos.
Hasta el momento, don Efraín tiene nueve libros de poesía y ha sido condecorado.
Ahora, desde el Club de Poesía, que está conformado por unos 20 poetas, incentiva a los jóvenes con talleres literarios.
“El verso de un piropo debe tener rima y cadencia, que significa esa sonoridad y suavidad para que pueda llegar al corazón. Puede ser sutil o tener esa chispa quiteña”.
Édison Oña
‘Una forma distinta para enamorar’
Édison Oña tiene 18 años y desde los 16 escribe poemas y piropos. “Mi linda primor de chola/ tan lanzada y tan coqueta/ por qué no me paras bola/ si quiero ser tu receta”. Este fue el primer piropo que escribió a una joven que había conquistado su corazón.
Le pareció que a través de versos era la mejor manera de expresar su sentir, especialmente por su toque elegante y sutil.
Para este joven que se graduará el próximo año en el Colegio Menor David Ausubel, ubicado en el sector de Cotocollao, la poesía es una forma diferente de expresión del amor, de la tristeza, del dolor…
Leer obras como ‘Los Sangurimas’, ‘Las cruces sobre el agua’, ‘Cien años de soledad’ o ‘El perfume’ durante los primeros años de su adolescencia, le ayudó a mejorar su léxico y a encariñarse más con las letras.
Hace dos años escuchó un piropo de quien es para él un poeta referente: Moisés Villena,
inspector y maestro del plantel.
“Me gustó por su picardía y por su sutileza. Decía: ‘A la iglesia me fui ayer / para quererte mujer / agua bendita me dio el cura / para amarte sin temer’. Me pareció una forma diferente de expresar los sentimientos”.
Villena y las demás autoridades del colegio motivaron a los jóvenes para que participaran en el Festival Estudiantil del Piropo, que desde hace seis años se realiza en el Distrito.
Édison Oña estuvo en primera fila. Escribió varios piropos, los cuales se publicaron en un libro que compiló los mejores versos de los alumnos participantes en ese año.
“El piropo es una inspiración para enamorar. Por eso, décadas atrás los chullas quiteños utilizaban los piropos para conquistar a la mujer amada”.
Dice que no se alejará de la poesía independientemente de la carrera universitaria que escoja el próximo año. Esto, porque en sus tiempos libres le gusta escribir poemas y hasta el momento cuenta con un amplio material, que le gustaría que se publicara en un libro.
Laura Recalde
‘La tristeza me llevóa escribir versos’
Laura Recalde Guerra descubrió que podía crear poesía y que esta era la mejor herramienta para expresar sus sentimientos. Eso fue cuando tenía 66 años. Trece años han transcurrido de eso y ahora es una poetisa. Integra el Club de La Delicia y escribió el himno de la Tercera Edad, titulado ‘Edad dorada’.
Recalde, de 79 años, recuerda que cuando era niña, estudiante de la Escuela Santa Luisa de Marillac, en el cantón Antonio Ante de Atuntaqui, provincia de Imbabura, le gustaba recitar poemas y escribir textos cortos.
La humilde situación de sus padres la llevó a seguir corte y confección, que puso en práctica pocos años, pues a los 20 se casó con Jacinto Cadena Salas. Tuvo nueve hijos, quienes ahora tienen entre 45 y 60 años.
Su vida dio un giro cuando en 1997 su esposo falleció y sintió que una parte muy íntima se iba con él. Pero entonces intentó ocupar su tiempo y llenar sus pensamientos con actividades que le hicieran olvidar su dolor.
Además de inscribirse en los talleres para la Tercera Edad del IESS, se animó a entrar a la Asociación Interprofesionales de Modistas de Pichincha. Fue ahí que se vinculó nuevamente con la poesía. “Me gustaba escribir frases y se las dedicaba a mis compañeras”, recuerda.
Desde hace seis años se unió al Club de Poesía La Delicia y le resultó fácil escribir versos, pero difícil hacer piropos. “Siempre se ha escuchado que los hombres dicen los piropos, pero ahora no tenemos por qué quedarnos atrás. Hay que contestar esos halagos, siempre que no sean frases groseras”.
La diferencia está en la sutileza que deben tener las palabras. “Tus ojos que son bellos/ me hacen suspirar/ y me atraen tus cabellos/ que en ellos me quiero enredar”.
“Cuando miro la Luna/ quiero correr hacia ti,/ porque solo me acunas/ con tu loco frenesí”.
Su última creación es un poema dedicado a Quito, en el cual quiso resaltar a la ciudad que le acoge desde hace 39 años.