Los sonidos se incrustaban, poco a poco, en cada uno de los rincones dorados de La Catedral Metropolitana.
Devotos, amigos, curiosos y turistas llenaban esas bancas que por tantos años han amparado rezos y cantos del pueblo quiteño. La belleza de la imponente arquitectura y la música sobrecogedora elevaron los espíritus.
Después de 12 años de vivencias artísticas importantes, pero en latitudes alejadas y diferentes, aquel momento se convirtió en un incentivo para dar comienzo a una agenda personal de creación y gestión en Quito.
Pequeña, comparada con las grandes metrópolis como Nueva York, Berlín o Shanghái, pero de enorme riqueza cultural, nuestra capital pugna por encontrar un sendero en el cual se sientan representados sus muy diversos habitantes.
La música en general es en ese empeño un factor de gran cohesión. En particular, la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador, que tiene como residencia a Quito, ha jugado un papel importante durante más de 60 años.
Ha promovido, acercando y seduciendo a miles de ciudadanos en el campo de la música académica. Las respuestas más conmovedoras las he recibido de públicos de diversos barrios, adonde hemos acudido.
Recuerdo de la Villa Flora, La Florida, La Magdalena, La Floresta. También en teatros y auditorios, como el Politécnico, La Casa de la Música…
Debido a su riqueza natural, histórica y cultural, Quito será siempre un amplio escenario que impulse e inspire a quienes la sentimos nuestra, muy nuestra.