El polvo lo cubre todo. Hace casi un año, las puertas de la torre de control del exaeropuerto Mariscal Sucre fueron cerradas y nadie las volvió a abrir. Hasta hoy, 19 de febrero.
Ya no hay sillas, pantallas ni equipos de aeronavegación, solo un par de alambres viejos empotrados en la pared. Desde aquí, se ve toda la pista, las escuelas que se quejaban del ruido de los aviones, los hangares vacíos, las grandes maquinarias escarbando la tierra en la cabecera sur, y las casas de los vecinos del aeropuerto.
Esas personas que al día siguiente, luego de que la terminal se fue a Tababela el 19 de febrero del año pasado, dijeron extrañar los vuelos, la vibración de los vidrios, la ‘compañía’ que el ruido hacía en las noches de insomnio. Pasan 15 minutos y el silencio se alarga.
Hasta hace 365 días, el zumbido del despegue y aterrizaje marcaba la rutina. Había unas 250 operaciones aéreas por día. Hoy el ritmo es otro en el interior de lo que fue el aeropuerto: aeróbicos, bicicletas, gente paseando mascotas. Pero en el exterior, las edificaciones permanecen casi intactas.
Viviendas se mantienen
Los vecinos no derrumbaron casas para construir edificios, al menos no todavía. De eso da fe René Vallejo, secretario de Territorio Hábitat y Vivienda del Municipio. Pero hay ideas de proyectos interesados en levantar edificaciones en el sector. Para ello, reflexiona, quizás deban pasar cinco años.
El Plan Especial Bicentenario -presentado en noviembre del 2012- daba las pautas para el desarrollo de la zona. El objetivo era construir nuevas edificaciones de 12, 20 y hasta 30 pisos. Eso, aún no ocurre.
La vivienda más alta que se logra ver desde la torre es un edificio de ocho pisos ubicado a una cuadra de la avenida Galo Plaza. Hacia el occidente, en cambio, las casas alcanzan máximo cuatro niveles.
Son cerca de 165 000 personas que habitan en los alrededores del actual parque Bicentenario. El Plan Especial proyectaba construir viviendas para unas 60 000 personas adicionales. Sin embargo, en el último año no se realizaron modificaciones mayores. Vallejo explica que para poder levantar un edificio, al menos dos terrenos deberían unirse y las casas deberían ser demolidas para construir nuevos cimientos que soporten al edificio.
El funcionario cuenta que el IESS, propietario del terreno que queda en la Tufiño, también está interesado en levantar un proyecto habitacional.
Infraestructura antigua
La torre abandonada tiene forma circular y si se la rodea, por una especie de corredor exterior que posee, es posible ver la zona occidental. De lo que antes fueron prósperos negocios, hoy quedan locales cerrados y puertas grafiteadas. La mudanza de la terminal trajo el despegue de las rentas en la excabecera norte y el declive de varios de los negocios en la av. Amazonas.
A 200 metros del Bicentenario, en una cafetería vacía, Rita Almeida, de 49 años, escucha el noticiero en una tele vieja mientras espera que el primer cliente entre a desayunar. Son las 10:00 y nadie aparece. “Los buenos tiempos pasaron”. Cuenta que antes vendía hasta 80 desayunos diarios. Hoy, cuando le va bien, llega a los nueve. Ha pensado más de una vez en cerrar el negocio, como lo hicieron otros locales que se ubicaban en la zona.
En esa cuadra, ocho negocios cerraron. Algunos de alimentos, otros de cabinas telefónicas y de Internet. Una espera se abrió desde el anuncio del centro de convenciones.
Al otro lado de la exterminal, en cambio, las rentas despegaron. Marco Vicente, quien tiene una carpintería en la Gualaquiza y Tufiño, cuenta que antes pagaba USD 180, ahora cancela USD 200. Apenas el aeropuerto se fue, la renta que pagaba Teresa Ruiz por un local donde tiene una sastrería, pasó de USD 140 a USD 170.
El sector de la cabecera norte es donde esa ciudad de altura de la que habla el proyecto municipal, se consolidará.
En un futuro, se visualizan allí altos edificios, que superen de largo a la abandonada torre de control. Es más, para ese entonces, la torre ya no existirá. Como la estructura es desmontable, se la desarmará, y así, una de las piezas claves que por 27 años sirvió al viejo Aeropuerto Mariscal Sucre, desaparecerá.
Testimonio
‘Mi negocio perdió clientes’
Katalina de Moreno Vecina y dueña de un restaurante
Tengo un local de venta de alimentos desde hace 14 años frente a lo que fue el aeropuerto, en la av. Amazonas y Juan Olguín. Antes vendía 150 desayunos. Hoy hay días que vendo tres. Preparaba cerca de 300 almuerzos para los trabajadores de Ícaro, Aerogal, entre otros. Hoy a duras penas vendo 60. Eso gracias a la gente de Quito Turismo.
Durante los años que el aeropuerto funcionó aquí, pude trabajar duro, y educar a mis hijas. Hoy son profesionales. Pero lamentablemente esto ya no es negocio. A partir de las 17:00 la gente se va. Eso se evidencia en mis ingresos. Un buen mes, recibía líquido USD 5 000 hoy no llego ni a USD 600. De 12 trabajadores que tenía antes, ahora tengo tres. No he cerrado el negocio porque es mi pasatiempo.
En contexto. El 19 de febrero del 2013, el Aeropuerto Mariscal Sucre dejó de funcionar en el norte de Quito y se mudó a Tababela. En el antiguo predio de la terminal se realizaron reformas y se habilitó el Parque Bicentenario. En la cabecera norte se construirá una unidad educativa y en la sur, la estación del metro.