Con la mirada hacia los altares religiosos, con el caminar lento y las manos juntas, desde distintos puntos de Quito llegaron cientos de personas a los templos del Centro Histórico, para conmemorar el Domingo de Resurrección y cerrar la Semana Mayor de los católicos.
La Compañía, La Catedral y El Sagrario fueron algunas de las iglesias visitadas. En la primera, la devoción no era el único motivo para acudir a la edificación barroca. La obras pictóricas despertaron el interés de los turistas, quienes intentaron tomar fotografías de obras como El Infierno.
En la iglesia de la García Moreno y Sucre, Marco Baquero guió a los fieles y visitantes. El antiguo profesor del Colegio Gonzaga no perdió la oportunidad para recordar que este año, el Domingo de Resurrección coincidió con un año más del milagro de la Virgen Dolorosa. Un 20 de abril de 1906, un grupo de jóvenes del Colegio San Gabriel vieron cerrar los ojos a la advocación. En conmemoración del hecho se realizará una novena, con los devotos.
Entre las manifestaciones religiosas en la urbe y la promoción de estas, para Boris Tobar, teólogo, hay que conservar la tradición, pero tener cuidado de convertirla en folclor. Él hace una diferenciación con la celebración en las comunidades del país, donde la Semana Santa es principalmente un momento de reunión.
En la iglesia de El Tejar, la jornada empezó a las 07:00 con la primera ceremonia. Aunque a las 05:45, Cecilia Villavicencio llegó al atrio del templo edificado en XVIII, como reza una placa en el lugar.
Ella era una de las encargadas de instalar un puesto de comida fuera de la iglesia. La mujer llegó desde Chillogallo, en el sur, y forma parte del grupo Pastoral de la Salud. Aprovecharon la concurrencia para recaudar fondos y seguir ayudando a los enfermos del barrio.
Mientras en el Vaticano el papa Francisco pidió por el fin del hambre en el mundo, en La Merced, el sacerdote que ofició la misa invitó a recordar que la resurrección es asumir un nuevo estado de vida.
A la par, a manera de anfitrión, Carlos López vendía velas. Le tomó la posta a su madre, quien perdió un riñón y ya no puede atender el puesto.
En San Francisco, en cambio, pocos sabían de la campaña de los religiosos para restaurar el templo, pero, independientemente de eso, la iglesia se llenó de fieles y de flores.