El Centro de Publicaciones de la Universidad Católica ha editado un libro de María Helena Barrera Agarwal, sobre las relaciones de Thomas Merton, monje perteneciente a la orden de los Cistercienses que se constituyó en uno de los grandes místicos del siglo XX y tres notables ecuatorianos.
La autora realizó una profunda investigación en archivos norteamericanos y en el Ecuador, igualmente en los documentos dejados por el escultor Jaime Andrade Moscoso, que se hallan en manos de sus hijos.
Thomas Merton, conocido en su vida religiosa como Fray Luis, ingresó para el año de 1940 al Monasterio de Nuestra Señora de Getsemaní, en el estado de Kentucky.
Lo hizo después de una vida de búsqueda intelectual y motivado por experiencias místicas, que sincrónicamente ocurrieron mientras oraba a imágenes de la Virgen María relacionadas con Hispanoamérica, que las narró en un libro que se convirtió en best seller, denominado la ‘Montaña de los Siete Círculos’.
A partir de los años cincuenta experimentó un fuerte impulso hacia mayor soledad, deseando convertirse en ermitaño, o alternativamente fundar un monasterio en América Latina. Se enteró del país por ‘Ecuador: Andean Mosaic’, del alemán Blomberg, el que incluía dibujos de Guayasamín y ensayos como el de Jorge Enrique Adoum, en referencia al escultor Jaime Andrade.
Merton escribió a la Casa de la Cultura y al fin logró comunicarse con el escultor, para pedirle que tallara una imagen morena de la Virgen María. Lo que luego de una muy rica correspondencia de inspiración mutua se concretó con el envío de la escultura por parte del autor ecuatoriano al monje trapense.
Leyó las obras del escritor y diplomático Jorge Carrera Andrade, del que tradujo sus poemas al inglés manteniendo igualmente una correspondencia, que le llevaría a consignar en su diario lo siguiente: “’si el espíritu de Quito habla por su intermedio, entonces puedo comprender por qué estoy poderosamente atraído por ese lugar”.
Merton deseaba establecer una especie de ashrama, es decir, algo parecido a las comunidades espirituales hindúes, cerca de Quito, y ensayar una nueva forma de vida monástica, que debía estar en contacto con la vida intelectual de la ciudad e incluir la cultura indígena.
Seguramente, la idea la extrajo de su correspondencia con el jesuita Marco Vinicio Rueda, quien compartía el deseo de Merton de un monasterio de varones en el Ecuador, lo que no había sido posible en siglos anteriores, porque la política de los reyes españoles era la de mantener órdenes religiosas de varones activas y no contemplativas.
Así fue que instalado el primer monasterio de mujeres en 1575, solamente en 1995, con la llegada de los Cistercienses de la Estricta Observancia, procedentes de la Trapa de Dueñas en Palencia, se creó el monasterio de Nuestra Señora del Paraíso en Salcedo, donde se realizaron los sueños de Merton y Marco Vinicio Rueda.
Sin duda es una historia de lo que se ha llamado el país profundo, porque hay espiritualidad de por medio, que se eleva sobre los conflictos políticos.