En la esquina entre la Mariscal Sucre y Huaynapalcón el movimiento es distinto al resto de la avenida. Hay transeúntes que se detienen frente a una puerta de hierro. Algunos solamente miran y se persignan. Otros se detienen a rezar.
Inclinan su cabeza y cierran sus ojos, mientras sostienen con su mano derecha una de las barras de la reja. La tocan suavemente, se santiguan y siguen su camino. Desde los buses, varios pasajeros, conductores y cobradores también se persignan al pasar.
Hay quienes llevan flores sueltas, ramos o arreglos florales y los meten a la pequeña capilla, como una ofrenda. Adentro está una imagen que representa a Jesús, en su advocación de El Señor de los Milagros, patrono del tradicional barrio de La Magdalena.
Isabel Rengifo es la persona que tres veces por semana se encarga de limpiar la capilla y cuidar de la imagen. Ella ha intentado averiguar el origen del santo, pero afirma que aún con los más viejos del barrio no ha conseguido una información certera.
Solo recuerda que hace algunas décadas, El Señor (como ella lo llama con cariño y con respeto) no tenía capilla. “Estaba en la esquina junto a la casa de la familia Soto, en la entrada, al filo de la quebrada. Yo desde que era niña me acuerdo de El Señor”.
Rengifo se encarga de cuidar del lugar desde hace 28 años. Heredó esa responsabilidad de su esposo Teodoro Guerra, quien falleció. Él fue el guardián de El Señor desde que se construyó la capilla.
La devoción por El Señor de los Milagros ha hecho que doña Isabel vaya tres tardes a la semana con grandes botellones de agua, escobas y trapos a limpiar el piso, las bancas, el altar y los muebles que hay en la capilla.
Ella recoge las flores que dejan los fieles y las acomoda en los jarrones y floreros. También guarda las velas que muchos dejan encendidas, a manera de ofrenda.
Cada vez que va a la capilla, la mujer de pelo cano llega acompañada de María Tapuy, quien trabaja en su casa. Las dos limpian los 14 cuadros que tienen pintadas escenas del Vía Crucis de Jesús, y que fueron donación de una profesora, devota de Jesús.
Aunque es constante la visita de los creyentes a esta capilla, en Semana Santa es cuando la fe retoma fuerza. Prueba de ello es la cantidad de velas y cirios que quedan arrinconados al lado del altar.
Rengifo cuenta que el homenaje a El Señor de los Milagros empieza con un triduo (tres días de oración) en la semana que va del viernes de concilio al Domingo de Ramos. Es cuando se hace una misa en la capilla.
El Lunes santo se hace otra eucaristía de agradecimiento a quienes rezaron el triduo y el martes se baja en procesión desde la iglesia del barrio La Unión hasta la iglesia de La Magdalena. Cientos de fieles participan de ella.
Cada año hay un prioste que se encarga de organizar las celebraciones religiosas, pero para Rengifo es un honor servir a Dios a través de su cuidado de esta capilla. “Preparamos lo mismo que se hace con la imagen de Jesús del Gran Poder para la procesión”, dice. Los trajes, adornos y accesorios que luce la figura católica son donados por los priostes.
“Todos tenemos mucha fe y devoción. Por eso, cuando llega la Semana Santa no falta quién ayude”. El cuidado de la capilla es una tarea que doña Isabel hace motivada por la fe. “Yo no le puedo explicar lo que siento. Yo vivo porque -a Dios gracias- El Señor está conmigo. Yo le voy a atender a El Señor mientras me dé la vida”.