El 28 de enero del 2012, se conmemoran 100 años de la muerte de Eloy Alfaro, Flavio Alfaro, Medardo Alfaro, Manuel Serrano, Luciano Coral y Ulpiano Páez, quienes después de haber sido derrotados en las batallas de Huigra, Naranjito y Yaguachi, fueron inconvenientemente traídos a Quito. Apenas ingresaron al penal García Moreno, penetró una multitud furiosa que los asesinó y arrastró por las calles de la ciudad, hasta hacer con ellos una horrible pira en la llanura de El Ejido, a unas cuatro horas de que comenzara el linchamiento.
Estas circunstancias llevaron a múltiples investigaciones y conjeturas sobre el responsable último del horrible acontecimiento. Incluso se estableció un juicio cuyo fiscal fue el jurisconsulto e historiador, Pío Jaramillo Alvarado.
En este proceso, contenido en 11 cuerpos, se identificaron varios protagonistas que iban desde artesanos, mujeres de la vida (como se decía entonces), abogados, clérigos, estudiantes universitarios, personas adineradas, etc. Es decir, “fuente ovejuna”. Al parecer hasta veinte mil personas participaron del lúgubre acompañamiento de los cuerpos, como curiosos, aunque en el juicio, 16 fueron identificados como asesinos y 66 los que arrastraron a las víctimas.
Muerte tan cruenta, no ha permitido considerar en forma debida el contexto en que ocurrieron los acontecimientos. La segunda administración de Alfaro, si bien consiguió logros, como la conclusión del ferrocarril Guayaquil–Quito, tuvo confrontaciones políticas. En estas, el Gobierno intervino con represión, como el levantamiento de estudiantes universitarios en abril de 1907, que intentaba garantizar la legitimidad de las elecciones. En la manifestación hubo tres muertos, lo que produjo una protesta general.
Sin embargo, el hecho más relevante se produciría el 11 de agosto, cuando Eloy Alfaro debió abandonar el poder por no aceptar el triunfo de Emilio Estrada e intentar un golpe de Estado. Frente a esto aún los militares gritaron viva la Constitución.
En años posteriores Benjamín Carrión escribió: “el Gobierno de Alfaro fue un Gobierno fuerte, con frecuentes e innegables resbalones hacia la tiranía”.
Cubierto por los ministros de Chile y Brasil, logró refugiarse en la sede diplomática chilena. La muerte de Emilio Estrada precipitaría el resto de acontecimientos.
Las batallas mencionadas al inicio de este artículo, produjeron miles de muertos, lo que levantó mayor indignación en el país. Tomados prisioneros los caudillos, los cónsules de Estados Unidos y Gran Bretaña, en Guayaquil, intentaron mediar. Pese a que hubo un acuerdo en principio, el Gobierno no lo reconoció.
Leonidas Plaza, se ausentó a Manabí. Juzgado y condenado, Pedro J. Montero recibió en el mismo lugar del juicio un balazo, fue arrojado a la calle y despedazado en una plaza pública. Los otros fueron enviados a Quito, a donde llegaron el 28 de enero de 1912 a las 11:00. El Gobierno de Carlos Freire Zaldumbide, no tomó las medidas necesarias para evitar la masacre. Lección que el Ecuador debe asimilar para buscar consensos y ejercer la tolerancia.