‘Las abejas se quemaron y tuvimos que sacar a los caballos’
Javier Prieto, empleado de la hacienda Las Palmas (San Luis-Puembo)
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Mientras apagábamos el incendio en la casa de mi compañero (San Luis-Puembo), las llamas comenzaron a quemar toda la montaña. Hasta nosotros llegar a la parte de la hacienda, ya el fuego quemó los árboles de tocte.
Lo que más nos preocupaba eran los nueve criaderos de abejas, que había en la montaña. Pero todo fue inútil. Hasta abrir los hidrantes, las llamas ya quemaron los panales. El agua, en lugar de aplacar el fuego, parecía que lo encendía más.
Era terrible, las llamas alcanzaban unos tres metros y quemaban las copas de los árboles. Nos daba miedo de que el fuego alcance los sembríos de la hacienda y llegue a la casona. Por eso, comenzamos a mojar el césped y los cultivos de los alrededores de la propiedad.
También sacamos a los caballos para que no se asfixien con el humo. Cuando vimos las colmenas solo encontramos los huevos y las abejas quemadas.
‘Embarazada tuve que huir de las llamas’
Gabriela Toapanta, dueña de la casa que estuvo en riesgo de quemarse, San Luis-Puembo.
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Cuando el incendio se expandió en la parte baja de la montaña de San Luis (Puembo) y se fue lejos de la casa, pensamos que no había ningún peligro. Pero, mientras nosotros esperábamos que el fuego venga de frente o por abajo, éste llegaba por el lado derecho.
Cuando ocurrió todo, yo estaba desayunando con mi hijo de tres años, solo escuché los gritos de mi esposo que me decía que salga de la casa. Embarazada de nueve meses cogí a mi hijo y salí corriendo de las llamas, que ya rodeaban la casa.
Mi esposo llamó a los compañeros del trabajo y vinieron a ayudarnos. Abrieron los hidrantes y comenzaron a apagar el fuego. Pero las llamas eran tan grandes que consumieron las copas de los árboles y el techo también se prendió.
En medio del humo, la gente sacó el agua del reservorio para evitar que el incendio quemara la casa. Sino fuera porque el césped que rodea la vivienda era verde, se quemaba todo. Y solo nos hubiéramos quedado con la ropa, refrigeradora, colchón y armario que sacaron los trabajadores.
‘La columna de humo era inmensa y las llamas daban miedo’
Adolfo Alvaro, morador de Zámbiza que ayudo a sofocar el incendio.
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Todos los vecinos de Zámbiza salimos a ayudar. Yo estaba en la casa y vino mi sobrino a decirme que bajara a apagar un incendio en la quebrada. Toda la parroquia estaba preocupada porque decían que el fuego iba a quemar una casa.
Cuando vino mi sobrino salimos de una, como estaba vestido bajamos a ayudar. Cuando llegamos,la columna de humo era inmensa y las llamas daban miedo. Ahí, estaban vecinos que ni conocía, pero todos con baldes de agua trataban de combatir al fuego.
Todo el domingo pasé en medio de las llamas. Pero nuestra colaboración no fue suficiente para salvar el taller de carpintería ni la otra casa. Era feo ver la desesperación de los dueños de las viviendas.
Zámbiza vivió una impotencia ese domingo. Todos los pobladores nos dividimos, porque una chispa hasta la palmera del parque comenzó a incendiar. Fue terrible.
‘Todo mi trabajo se volvió cenizas’
Alberto Espinoza, dueño de la carpintería que se quemó en Zámbiza.
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El fuego consumió toda la carpintería y parte del cuarto de mis hijos. Ahí, perdimos la lavadora, computadora, camas, una batería, colchones ortopédicos de mis hijos. Mis chicos perdieron toda su ropa y uniformes, se quedaron con lo que estaban puestos.
Cuando el fuego creció, ni los bomberos ni todo Zámbiza pudieron salvar mis cositas. Todo fue tan terrible, el domingo, a las 13:00, en menos de 20 minutos todo el trabajo de mi vida se convirtió en cenizas.
Mi hijo mayor, de 14 años, lo único que hizo fue sacar a mi hija de cuatro años y llevarla con mi vecina que estaba operada, para que no le afectara el humo. Lo único que logré sacar fue los cilindros de gas para que no explotaran.
Nunca pensé que esto me fuera a pasar, perdí todo mi taller y herramientas (suelda eléctrica, corta madera, circular, taladros, etc.). Y ahora, tengo una deuda de USD 5 000 con el Banco del Pichincha y también con el Pacífico.
Ahora, no tenemos ni para los pasajes de los chicos. La colación de la bebé son víveres que nos regaló la gente. Gracias a un préstamo de un vecino también logré comprar el uniforme de educación física de mi hijo, para que vaya al colegio.
‘Las llamas acabaron con nuestro sueño’
Vícto Tufiño, propietario del paradero que se quemó en Zámbiza.
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Para nosotros fue terrible ver cómo el sueño de muchos años se quemó en cuestión de minutos. Mi esposa se propuso poner este paradero, hacer de nuestro negocio el sitio turístico de Zámbiza, y ahora todo se quedó en cenizas.
Por más de tres años luchamos por traer, de palo en palo del Oriente, el material para hacer el paradero. Después de tanto esfuerzo y dinero logramos levantar la choza de dos pisos. Luego, equiparla con amplificación, infocus, vajilla, etc. Y todo se quemó.
Mi esposa es la más afectada. Al momento del incendio, no quiso salir del lugar. Se puso a llorar y no quería dejar que el negocio se quemara, quería que la dejara ahí. Fue terrible, tanto que le dio una crisis nerviosa. Ahora, está totalmente desbastada.
El incendio fue tan fuerte que casi consume nuestra casa también. Tuvimos que salir corriendo de las cenizas del paradero para salvar la casa. Casi nos quedamos sin nada. Ahora, del sueño solo quedan las deudas que adquirimos para ponerlo.
Solo pido que nos ayuden a poder iniciar desde cero. Levantar este negocio que nos costó tanto en esfuerzo y dinero. Es demasiado duro ver lo que fue y en las cenizas que quedó.