En la calle Venezuela, entre Bolívar y Sucre, en el Centro Histórico, está el Hotel Hernán. Es una casa colonial con arcos en las ventanas y balcones de hierro forjado.
Allí, desde el 19 enero pasado, permanecen detenidos los extranjeros que son detenidos en Quito, por no tener sus papeles en regla. Antes eran trasladados al Centro de Detención Provisional de Migración, en La Mariscal.
Las autoridades del Ministerio del Interior han informado que el trato diferenciado a este tipo de detenidos se debe a que afrontan procesos administrativos y no penales. También para garantizar la deportación.
El hotel ocupa el segundo y tercer pisos de la casa. En el primero funciona un restaurante donde se ofrece comida manabita. Se ingresa por unas gradas forradas con un caucho anaranjado.
En la pared está pintada una imagen del Divino Niño. Las rejas de una puerta de hierro frenan el acceso. Para entrar se pide autorización. Luego se cruza una segunda puerta, que es de madera.Adentro hay una sala de estar, plantas, cuadros de las iglesias quiteñas como la de San Francisco. Al fondo está el mostrador, donde se registran las personas que son detenidas en los operativos efectuados por la Intendencia de Policía. Según Cristian Paula, funcionario del Ministerio del Interior, son privados de su libertad los extranjeros que ya están más de 90 días en el país y no han solicitado visa, refugio o amparo.
El hotel, a pesar de ser un centro de detención, no se asemeja a una cárcel. Cada persona tiene una habitación cómoda, con camas y colchones confortables, con sábanas y cobijas que son cambiadas todos los días.
Cada dormitorio tiene un televisor y baño privado. También hay un velador, una cómoda y una lámpara. Hay mucha luz natural, por los grandes ventanales.
Las siete personas que están a cargo de las instalaciones, se ocupan de la limpieza de las habitaciones. Además, sirven en cada cuarto el desayuno, el almuerzo y la merienda. El menú es variado.
Los huéspedes pueden recibir visitas, caminar por los pasillos y llamar por teléfono, no se les prohíbe el uso de celulares. Los detenidos acostumbran a pasar una buena parte del tiempo libre en el patio central, rodeado de plantas.
El lugar está cubierto por un techo de vidrio. Allí se reúnen para jugar cartas o conversar.
10 policías son los responsables de la vigilancia, cinco en cada piso. Ellos pasean por los pasillos o están sentados en las salas.
Para el cubano Diego Armando Molina, de 49 años, el hotel fue su salvación. “Tenemos las tres comidas, sitio para dormir, somos bien atendidos, estamos protegidos y no nos cuesta nada”.
Molina llegó a Ecuador junto con su esposa, Liud Almeida, en enero pasado. La pareja pagó por su viaje USD 4 100.
La persona que les facilitó el viaje les prometió ayudarles a arreglar su residencia y conseguirles un empleo. Al llegar a Quito, el individuo desapareció. Molina y su esposa fueron asaltados y golpeados; sin dinero, les tocó dormir tres días en la calle. “Nosotros decidimos entregarnos a Migración. Estamos agradecidos, nos salvaron y nos dieron un techo seguro”.
Ahora, la pareja solicita que no les deporten a Cuba, quieren quedarse en Ecuador. De no ser posible, piden que les ayuden a solicitar asilo en Estados Unidos o España. Ya están 15 días en el hotel y no podrán estar más de 30. “Ese es el plazo para que arreglen su situación”, dice Paula.