El jueves está por acabar y en su brutal encuentro con el fuego, las ramas y las hojas producen un crepitar sobrecogedor que se puede escuchar a un kilómetro de donde está el incendio, en Lumbisí, bajo un telón naranja formado por las nubes que, reflejan el color de las llamas.
“¡‘Schumacher’, traiga el machete!”, grita el bombero Romel Duque, al percatarse que las llamas han cruzado la quebrada, que según los moradores de la comunidad de San José de Pinsha, del sector de Lumbisí, no tiene nombre.
“¡Mijito lindo, anda pide unas dos palas!”, dice Romel obsesionado, decidido a que las llamas no desaparezcan un amplio pastizal que está ubicado cerca de los tanques de agua del sector denominado San Francisco Medio. Los Bomberos han instalado ahí su central de operaciones desde donde coordinan las acciones de los 43 bomberos que no han probado bocado desde las 11:00, hora en que se distribuyeron en distintos flancos para combatir el incendio de Lumbisí.
Es imposible que las mangueras de la motobomba más cercana lleguen hasta donde están las llamas. Estas no sobrepasan los 50 centímetros, se extienden en una línea de al menos 30 metros. Se ven como una gigantesca serpiente mansa, a la cual los Bomberos se acercan rezando un “¡cuidado, atrás!”, pues esa serpiente se puede comportar rápida, furiosa y mortal.
Ellos saben mejor que nadie que el viento puede cambiar, en cuestión de segundos, la dirección de las llamas, al punto que un bombero podría quedar atrapado en medio del fuego.
“Negrito, sal”, le grita Romel al chofer del mayor Sánchez. Las llamas se han convertido en las infernales lenguas de un dragón gigante.
“¡Mi ‘sub’!, ¡hagamos brecha, hagamos brecha!, le gritan los Bomberos, con urgencia a Romel. “No le vamos a dejar pasar”, responde este, motivado por los ‘guambras’ de Pinsha, quienes decidieron salir con ramas de eucalipto y palas para ayudar a apagar el incendio.
“En otros lugares solo nos ha llamado y listo. A la gente le da temor ver esto y prefiere no arriesgarse, pero acá la comunidad ha colaborado”, reconoce Romel.
El crepitar de las ramas se hace más intenso, se oye como si alguien rompiera huesos de muertos. El humo provoca un dolor de cabeza agudo, marea, desorienta, lo que hace que una evacuación inmediata, en caso de que las llamas se porten más agresivas, sea sumamente difícil.
Romel tose, escupe constantemente, golpea con una rama sobre el fuego que no cede. Romel insiste hasta que las llamas se convierten en estrellas rojas posadas sobre un manto negro. Tiene 30 años como bombero, y ya perdió la cuenta de los incendios que ha apagado en estos días.
“Me dio miedo”, confiesa cuando al parecer todo ha terminado (las llamas pueden reavivarse), “pero como profesionales sabemos de qué lado hay que atacar al fuego”.
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“¡Tendrá Cuidado body, los árboles quemados pueden caerle!”, advierte el capitán Esteban Cárdenas, quien está del otro lado del incendio, cerca de la avenida Mariscal Sucre.
La presión del agua se va, ¡qué rayos pasó! Esteban y sus tres compañeros se dan un respiro, ellos están frente a frente con las llamas, bañados por la luz naranja y rodeados de ramas retorcidas que convierte al bosque en un buen escenario para una cinta de miedo.
“¡Tómame una foto para el Facebook!”, bromea con Esteban uno de aquellos hombres convertido en sombra.
El capitán explica que los bomberos han debido relevarse pasados los 15 minutos para ir a enfrentar al fuego. El trabajo no cesa. Constantemente los bomberos piden que los 10 militares que aún permanecen ayudando en el lugar, trasladen las mangueras para aplacar a las llamas.
En horas de la tarde del jueves los Bomberos pidieron a los moradores de los conjuntos residenciales de Lumbisí que evacuen por seguridad. Pero ya entrada la noche, las llamas que amenazaban las residencias fueron controladas y sus habitantes pudieron volver a ellas.
Pero quienes no pudieron volver a su habitad fueron los conejos, lobos, buhos y serpientes que se quedaron sin el verdor del bosque. Según William Cuñas, uno de los entusiastas moradores de Pinsha, algunos de estos animales perdieron la vida ante la voracidad de las llamas.