El sonido parece el de una imprenta. Son las bolas que ruedan, golpean y derriban los 10 pinos que están ubicados sobre cada una de las 12 pistas del Cosmic Bowling, en el Quicentro Shopping, en el norte de Quito.
La bolera está en el tercer piso del centro comercial, por la avenida 6 de Diciembre. Es amplia, iluminada y tiene una alfombra negra. Sobre ella están dibujadas bolas violetas que flotan en el espacio y pinos de fuego que simulan ser asteroides.
Entra un hombre de pelo blanco. Viste jean y saco marrón. Arrastra una maleta con ruedas, similar a las que se lleva en los aeropuertos. Es Darío Miranda, de 61 años, periodista. Juega a los bolos desde hace más de 35 años por iniciativa de su mujer. Ella le llevó la primera vez.
Es lunes y son las 20:05. Hay 50 personas. Todas uniformadas y en equipos. Algunas están sentadas. Otras se alistan para jugar: se ponen las muñequeras, los zapatos especiales, hacen estiramientos de los brazos. Otras ruedan la bola sobre la pista, como parte del calentamiento.
Miranda se suma al resto de personas. Saluda de forma amigable. Un beso volado, un gesto con la mano, abrazos, palmadas sobre las espaldas o un “que bueno verte”. Encuentra su lugar en la mesa seis, lo ocupa y se alista.
El hombre y sus cuatro colegas lucen una camiseta negra con rojo que dice Radio Play. En la pista de al lado, en la cinco, está María Dolores Jijón, de 58 años. Es del equipo La Lechera, que visten camisetas azules y esta noche se enfrentan a Radio Play.
Ambos grupos y 10 más pertenecen a la Liga de la Amistad. Es un grupo de amigos que se juntan los lunes y martes a jugar bolos y a jugar por el honor de ganar el campeonato que dura desde octubre hasta julio.
A las 20:25, una mujer de anteojos y de baja estatura se pone de pie frente a la pista, con un micrófono. Es Isabel Gatica, presidenta de la Liga. Firme y con voz alta, da la bienvenida y menciona que el parqueadero del centro comercial todavía es gratuito. Habla unos minutos más y anuncia el comienzo de otra jornada de la segunda ronda de la competencia.
A las 20:30, el juego empieza. Cuando es el turno de Miranda, se acerca al canal y busca su bola. Se prepara, mira fijamente a la pista, se concentra, camina tres pasos y desliza la bola.
Segundos después se escucha el impacto contra los pinos y gritos de “¡bien!”, “¡que buen tiro!”. Quedó en pie un pino. Los gritos no son solamente de sus compañeros, también de los miembros de La Lechera, sus rivales.
Todos se felicitan. La Liga se caracteriza por el compañerismo. Hay mayores y jóvenes que se juntan para divertirse, sacarse el estrés y olvidar los problemas.
El hombre camina de vuelta hacia su lugar. Está sonreído. Pasa junto a la mesa de Jijón. Ella eleva su brazo para chocar su mano contra la de Miranda.
Uno tras otro, los jugadores participan. El sonido del choque de las bolas contra los pinos se funde con risas, charlas y gritos. Miranda tira la bola una, dos, tres veces’ Entre turno y turno, camina, visita otras mesas, ríe.
A las 00:00, el juego termina. Las pantallas que muestran los puntajes están llenas de números. Miranda abre la maleta y guarda su bola. Se cambia los zapatos, se abriga. Todos se estrechan las manos. Ahora esperan conocer al equipo ganador de la noche. Pero, al final, no importa quién gane. El asunto es divertirse. Mañana se volverán a juntar.