En la García Moreno y Olmedo, N6-78, es la Casa del Artista. Fácil de ubicarla: entre los geranios multicolores que adornan el balcón resaltan un Quijote y un Sancho, con armadura oxidada por el paso de los años.
En la primera planta funciona una librería pequeña. La atiende Julio César Álvarez Montalvo, dueño de la vivienda. Es inevitable relacionar sus gustos y aficiones por el arte con su segundo apellido: Montalvo.
Julio César cuenta con orgullo que es familiar, aunque lejano, del escritor ambateño Juan Montalvo ( 13 de abril de 1832 a 17 de enero de 1889).
Una pesada puerta de madera es la entrada a la casa de arquitectura colonial. Hay un corredor amplio, con piso de antiguo adoquín de piedra, y de las paredes cuelgan carteleras donde se exhiben fotos de artistas desconocidos. Una rubia con minifalda roja, un cuarentón con terno, una trigueña de figura delgada…
El corredor termina en un patio amplio. Hay sillas y mesas dispuestas a los costados de una pasarela muy simple, levantada con madera tríplex y con una estructura de hierro delgado.
La pasarela conduce a un escenario pequeño, de no más de 2 metros de largo por 1,5 metros de ancho. En el fondo luce una Bandera del Ecuador. Para subir hay dos condiciones: ser artista nacional y sin fama.
Álvarez Montalvo tiene 75 años, pero no los aparenta. Es locuaz y suele invocar a la Virgen de Guadalupe, a quien atribuye más de un milagro. Es de los que creen que la fe mueve montañas.
Tiene vena de coleccionista. En viejos y empolvados escaparates guarda la colección literaria de clásicos Ariel, la Historia de la Cultura Ecuatoriana, los tomos de la enciclopedia Espasa Calpe, entre otras publicaciones. También, y como otra referencia a Juan Montalvo, atesora sus obras: los Siete Tratados, El Cosmopolita y Las Catilinarias, en distintos tamaños y presentaciones,
En los tres amplios cuartos de la segunda planta, los libros se amontonan sobre el piso de madera y se apilan en cartones. Para él, es un desorden y un orden a la vez, porque cuando busca un libro, con exactitud de relojero, se dirige al sitio exacto donde puede encontrarlo: “Mentiría si digo que los he leído todos. Algunos sí, completitos”.
Junto al escenario está una gruta de la Virgen de Guadalupe, construida con piedra de río. Antes de mostrar sus dotes, los artistas pasan por allí, santiguándose. Unos lo hacen por devoción y otros por congraciarse con Álvarez Montalvo. Hace algunos meses, él hizo un viaje a México, con el único propósito de conocer la capilla de la santa. “Me gasté mis ahorritos, pero valió la pena”.
Las presentaciones de los artistas son los sábados, desde las 15:00 hasta las 20:00. El ingreso es gratuito y el visitante incluso disfruta de una guayusa obsequiada por el anfitrión. La bebida la preparan en una cocina industrial, ubicada frente al escenario. Sobre una de las hornillas permanece una olla vieja y tiznada.
Para él, es una forma de promover el talento nacional. Los artistas que llegan a ser sus amigos tienen acceso al cuarto donde reposan colecciones de monedas, medallas y estampillas.
Su recorrido como librero empezó cuando tenía 12 años. No compraba en el bar del Colegio Montúfar y guardaba el dinero para adquirir libros en la avenida 24 de Mayo, en San Blas y en la Plaza Arenas, principalmente.
Siempre le atrajeron las publicaciones antiguas. Una de sus joyas es un libro con los discursos de García Moreno, editado en 1876, poco después de su muerte.
Sus gustos están conectados con México. De adolescente visitaba el Teatro Puerta del Sol. Llegaba atraído por el Festival del Cine Mexicano, matizado por la belleza de Libertad Lamarque y las ocurrencias de Cantinflas.
También ama la música de ese país. Por eso, sobre el escenario los artistas suelen dedicarle rancheras. “Esta va para Don Julio, con mucho cariño”.
Entre sus colecciones tiene los ejemplares de Diario EL COMERCIO de los años cincuenta. Cuenta que a más de enterarse de lo que pasaba en el país y en la ciudad, los compraba para saber qué películas estaban en cartelera.
En el periódico del 27 de diciembre de 1954 se anuncia la presentación de los filmes ‘El Asesino Diabólico’ y ‘La Mujer de Mundo’, dos películas que le dejaron enseñanzas, aunque prefiere no compartirlas.
Los conciertos se realizan desde hace seis años, cada sábado. Calcula que más de 1 000 artistas han pasado por su escenario. Todos han dejado su foto, que guarda en álbumes.
Ahora está un poco enfermo. Tiene un problema de várices y no quiere acudir donde un médico. Confía en que la Virgen de Guadalupe lo curará. Es de los que no toma pastillas ni jarabes, prefiere estar bien anímica y emocionalmente. Entre libros y música trata de olvidar sus dolencias. También disfruta de salir al balcón todas las mañanas y mirar el Centro Histórico.
Su compromiso es abrir las puertas de su casa a los artistas que buscan un público pequeño. Y a eso no piensa renunciar.