Lo que hasta el fin de semana era una frondosa ladera verde, hoy es una enorme mancha negra. La imagen refleja la devastación del fuego. En el sector de Mangahuantag, en Puembo, las llamas destrozaron la vegetación e incineraron dos galpones de Pronaca donde anidaban las gallinas.
A las 05:00 de ayer, el sonido de las sirenas de las dos autobombas del Cuerpo de Bomberos volvió alertar a José Fierro, morador de San Luis, otro de los sectores afectados. Él, junto con su hijo Diego, llegaron en motocicleta hasta la quebrada del Guambi para conocer el porqué de la reactivación de las llamas. El humo cubría el ambiente y su olor era penetrante.
El incendio empezó a las 08:00 del lunes y hasta las 17:00 de ayer aún no era controlado en su totalidad. Las llamas seguían devastando la vegetación en la quebrada Guambi, de difícil acceso. Protegidos con una mascarilla de tela, los trabajadores de las fábricas Pronaca y Aleproca y vecinos recargaban un tanquero con agua de la acequia.
Una labor comunitaria para apagar las lenguas de fuego. Los carros de emergencia ingresaban por un estrecho camino de tierra, que también sirve de división entre la quebrada del Guambi y las instalaciones de la fábrica de hortalizas Aleproca.
A las 10:48, el viento sopló con fuerza y en cuestión de segundos las llamas alcanzaron unos 3 metros de altura. Se expandieron, incluso, por encima de los carros de socorro y el pánico se instaló con más fuerza en el lugar.
Fierro, quien permanecía en el lugar junto con su hijo, tomó al pequeño de la mano y corrió en sentido contrario del fuego. Otros tres trabajadores tomaron la misma decisión y el fuego parecía vencer a las ganas sofocarlo.
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Los moradores y empleados de Pronaca y Aleproca se reagruparon para continuar en su afán de impedir que las llamas superen la quebrada. En las puertas de las instalaciones de Aleproca, permanecía sentada Fernanda Paredes, de 8 años. La pequeña vive ahí, junto con su madre. Su padre trabaja en la fábrica.
Cuando se inició el fuego, la niña estaba sola en su casa. Los bomberos la rescataron. “Yo no me quería ir de mi casa, pero el humo era fuerte y un bombero me amarcó”, contaba la pequeña.
Su madre, Priscila Ramírez, ahora afronta la secuelas que dejó en la niña el susto. “Hasta la madrugada escuchábamos el sonido de los carros, el agua y voces. Mi hija se durmió en medio de mi esposo y yo. Estaba acostumbrada a dormir sola”.
Hasta ayer, los bomberos no tenían el número exacto de hectáreas destruidas. Desde el 1 de junio hasta la fecha, el Cuerpo de Bomberos ha acudido a 1802 incendios forestales en todo el Distrito.
En la ciudad hay 350 574 hectáreas de bosques naturales, bosques cultivados, matorrales, pastizales y páramo, que equivalen al 82% del territorio. Según Fabián Heredia, director de Siniestros del Cuerpo de Bomberos, toda esa área es sensible a incendios forestales y alberga a especies como eucalipto, pino y ciprés.
El 95% de incendios forestales de este verano ha sido provocado.“Es muy complicado que un siniestro se genere por causas naturales como el efecto de la luz solar sobre una botella. En la mayoría de casos, el hombre causó el inicio de la llama”, afirmó Heredia.
Durante la mañana de ayer, el personal de Aleproca y Pronaca fue evacuado. “El humo avanzó a los invernaderos de tomates. Como las cubiertas de los galpones son de nailon, nos informaron que por seguridad salgamos. Llegué a las 10:00 para iniciar mi turno, pero ya no me dejaron ingresar” contaba María Beltrán, quien trabaja en el proceso de post cosecha.
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Según Álex Solano, sargento del Cuerpo de Bomberos, las zonas más vulnerables a incendios forestales en el Distrito corresponden a relieves de montaña donde las condiciones de vegetación, clima y las actividades de los habitantes propician estos eventos.
Entre las más vulnerables están el cerro Ilaló; volcanes Atacazo, Pichincha, Casitahua y los sectores de Puembo, Yaruquí, Parque Metropolitano, San José de Minas, Pomasqui y Guayllabamba, donde la vegetación seca es la más susceptible al fuego.
Walter Palacios, ingeniero forestal y especialista en bosques naturales, asegura que la vegetación destruida por el fuego, generalmente, se demora entre 20 y 50 años en recuperarse. Depende del tipo de especie dañada. Por ejemplo, si se trata de arbustos y plantas, la recuperación se puede demorar entre 20 ó 30 años; pero al tratarse de árboles, la recuperación de ese ecosistema podría demorarse entre 40 y 50 años.
En su opinión, en Puembo, al estar en una zona cálida, la recuperación es más lenta. “Hay que sensibilizar a las personas sobre el daño ambiental”, dice Palacios.
El temor de los vecinos de San Luis, donde está ubicada la quebrada de Guambi, es que el incendio termine ganando a la fortaleza de los bomberos. Los niños Diego Fierro y Fernanda Paredes no saben si hoy podrán iniciar el año lectivo. Si el fuego continúa consumiendo la vegetación, la vida allí seguirá alterada.
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Contra los incendios
El Plan Fuego se extenderá hasta el 15 de octubre. Para alertar un siniestro, las personas deben comunicarse al 911 o al 102. Las llamadas se receptan durante las 24 horas del día. El año pasado, 176 hectáreas de vegetación se perdieron por los incendios forestales.
Según estimaciones del Cuerpo de Bomberos, en lo que va de este verano, en el Distrito ya se han quemado 630 hectáreas de vegetación. En el área urbana, la cifra es de 250.
Verónica Ibarra, del Área de Comunicación del Cuerpo de Bomberos, informó que 25 bomberos con nueve tanqueros luchaban contra el fuego en Puembo. Ayer se registraron otros cuatro incendios en Miravalle, Llano Chico, Cocotog y el puente 5 de la autopista Rumiñahui.