18 expertos restauran San Francisco

Un tratamiento profundo.  El restaurador Wladimir Jácome coloca una solución química para limpiar y desinfectar las piedras del templo.

Un tratamiento profundo. El restaurador Wladimir Jácome coloca una solución química para limpiar y desinfectar las piedras del templo.

Desde finales de abril, una gigantografía de 21 metros de alto por 25 de ancho reemplaza, con asombrosa fidelidad, la fachada principal de la iglesia de San Francisco, en el Centro Histórico.

Cristoff Hirtz fue el artista que se encargó de la composición fotográfica. En total se realizaron 16 fotografías de la parte frontal de la iglesia, que luego fueron reproducidas sobre una tela.

El enorme telón cubre el trabajo de 18 artesanos y expertos en restauración que se encargan de la rehabilitación de la fachada de la iglesia de San Francisco.

El proyecto es impulsado por el Instituto Metropolitano de Patrimonio. Fernando Martínez, uno de los arquitectos responsables de la obra, explicó que las centenarias piedras que componen la fachada de este templo católico han cedido a las calamidades del tiempo y de varios agentes contaminantes.

Detrás de este singular bastidor, Wladimir Jácome se mueve con facilidad entre los más de 100 andamios armados en el sitio.

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Se graduó en Restauración y Museología en la Universidad Tecnológica Equinoccial. Junto con Tania Egas son los restauradores más antiguos y experimentados del equipo. Ambos se han dedicado durante 23 años a la restauración del patrimonio.

La jornada del equipo empieza a las 08:00 y termina a las 16:30. Todos los miembros del grupo visten un overol gris, una mascarilla y un par de guantes. El sonido de motores eléctricos, martillos y cinceles invade el ambiente de trabajo. La camaradería es contagiante y la dedicación, absoluta.

La obra se inició con el lavado de las piedras de la fachada, con agua desmineralizada, jabón neutro y cepillos suaves. “En algunas partes tocó utilizar cepillo de dientes”, comentó Martínez.

Explicó que las filtraciones permanentes, el desarrollo de vegetación en ciertas zonas y el ácido sulfúrico como residuo de los excrementos de palomas han acelerado el proceso natural de degradación de la piedra.

Al comparar una fotografía actual con una de mediados del siglo XIX, es fácil observar el cambio de tonalidad en el zócalo (parte baja), producto de la constante humedad y los agentes químicos de la orina humana. “Antes incluso acostumbraban a lavar la fachada con agua clorada, que también deteriora el material”.

Martínez acotó que para mantener en buen estado esta muestra del arte colonial quiteño es necesario analizar el tratamiento que puede darse a las palomas que habitan en el sector.

Fue una sorpresa para el equipo descubrir, durante el proceso de limpieza, que cinco imágenes y algunos decorados de la fachada habían estado recubiertos con pan de oro.

Tras un análisis se descubrió que las figuras del Padre Eterno, San Pedro, San Pablo, dos querubines y varios elementos decorativos tenían tres capas de pan de oro, con dos técnicas distintas. Es decir, que las figuras habían sido retocadas en dos ocasiones. Los restos de pan de oro aún brillan sobre las viejas esculturas.

En manos, brazos y rostros se había dado el color natural del cuerpo con una técnica de encarne.

Martínez asegura que mantener el estado actual o volver a recubrir las imágenes con pan de oro debe debatirse ampliamente.

Con mucho cuidado, Jácome coloca una capa de gasa y sobre esta una de algodón embebido en Papeta AB57. Este es un producto químico utilizado para limpiar, desinfectar y extraer el exceso de sales minerales de las piedras. En los sectores más afectados, el tratamiento dura hasta tres días.

Otros miembros del equipo se dedican a la reposición de morteros entre las uniones de las piedras. Édgar Realpe es uno de los artesanos que se encarga de reponer algunos segmentos de piedra que se han roto por diferentes causas. Se inició en el oficio cuando acompañaba a su padre, Manuel Realpe, a los trabajos de restauración en otras edificaciones.

Parte de su trabajo consiste en recorrer las canteras en busca de una pieza de características y tonalidades similares. Con martillos, cinceles y amoladoras le da forma a la pieza faltante. Esta se fija con un soporte interno en fibra de carbono y epóxico. Para que no se distinga el ‘injerto’ Realpe reproduce la textura de la pieza original. Está previsto que la obra finalice en enero.

El  conjunto patrimonial

La construcción  del complejo  arquitectónico de San Francisco (plaza, iglesia y convento), dentro de una superficie de casi 4  hectáreas, fue iniciada por Fray Jodoco Ricke,  en 1536.

El templo  fue edificado bajo los cánones del neoclasicismo grecorromano.

La fachada  fue diseñada con un criterio geométrico  que conserva la simetría en sus formas ornamentales y estructurales.

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