Clemencia Álvarez, de 68 años, elabora y vende arreglos florales, desde los USD 12. Fotos: Vicente Costales/EL COMERCIO
En la primera página están las artesanías en madera que, con una precisión casi quirúrgica, talló Gerardo Chasiluisa, de 67 años. En la página siguiente abren el apetito las empanadas de dulce de sambo de María Escobar, y más adelante la fritada hecha en leña que Rosario Martínez aprendió a preparar desde niña.
Son 47 páginas de un catálogo con 70 emprendimientos. Todos impulsados por adultos mayores. Y todos con una historia detrás.
Quien dijo que para ser emprendedor se necesitaba juventud y capital, se equivocó. En Quito, los abuelitos que asisten a los Centros de Adulto Mayor del Patronato San José, demuestran que ni el pelo cano ni la piel marchita pesan más que un alma vivaz y unas manos hábiles.
A Dolores Páez siempre le gustó hacer pasteles. Hace tortas de naranja, zanahoria y chocolate. “Soy Lolita pasteles”, dice mientras con delicadeza, toma uno de sus postres y lo empaca. A sus 68 años, es empresaria, y desde que va al centro ya no tiene los achaques propios de su edad. Se la ve llena de vida y energía para sacar adelante su negocio.
María Fernanda Pacheco, presidenta del Patronato, explica que el catálogo es el resultado de un proyecto que pretende reforzar el eje productivo del Sistema Integral de Atención al Adulto Mayor. Busca darles la posibilidad de tener un trabajo digno.
Según el Patronato, las oportunidades de ser contratado cuando se llega a la vejez bajan hasta en un 60%. Las estadísticas del INEC indican que a partir de los 55 años, el trabajo formal disminuye tajantemente y se abre lugar el subempleo y autoempleo.
En el país hay 522 552 personas mayores de 65 años económicamente activas , 661 868 inactivas y 61 109 trabajan sin recibir ninguna paga.
En las calles es común ver a ancianos a los que el peso de los años no les permite hallar un sustento y no encuentran mejor opción que pedir caridad. Según el Ministerio de Inclusión Económica y Social, justamente el 70% de las personas en situación de mendicidad en Quito son de la tercera edad.
Esa realidad es la que se busca evitar con este proyecto. Al momento, más de 25 000 adultos mayores asisten a alguno de los 415 puntos de atención que tiene el Patronato.
En ese universo se realizó un estudio y los resultados arrojaron que el 77% no tiene trabajo y que el 88% quiere sentirse productivo, sin regirse por un horario o una empresa. Además, el 97% desea recibir capacitación en emprendimiento.
Guillermo Plasencia trabaja en madera. Hace juguetes y adornos para el hogar. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO
En el folleto, las personas podrán hallar productos de pastelería, dulces, comida típica, manualidades y artesanías.
Estas microempresas nacen de los conocimientos que los abuelitos reciben en los más de 2 000 talleres que se dictan en estos centros municipales.
A mediados de año, el Patronato en convenio con la Universidad Andina Simón Bolívar graduó a 20 adultos mayores emprendedores en un programa de capacitación universitaria en temas de contabilidad, finanzas y marketing. Y el 11 de septiembre iniciarán clases 27 adultos más.
Con los primeros graduados se trabajó en el catálogo, cuyo objetivo central es crear un canal directo entre los emprendimientos y las instituciones interesadas en los productos y servicios que se ofertan.
Los precios son seductores: champú de manzanilla, romero, sábila a USD 5 el litro; aretes largos a 1,50; chocolates a 0,10…
La primera edición fue de 3 000 catálogos impresos y tuvo un costo de USD 4 000. Hay también una versión digital que se puede encontrar en www.patronato.quito.gob.ec
En el folleto hay una foto del producto, descripción, precio, nombre del emprendedor y teléfonos. Se planea sacar un catálogo cada seis meses.
Para financiarse, los abuelitos suelen asociarse y poner una inversión que va de los USD 10 a los 20.
En pedidos más grandes (superiores a una decena) se trabaja con el 50% de anticipo.
Con ese tipo de actividades los adultos mayores mejoran su ánimo y su salud. Johanna Barriga, psicóloga geriatra, asegura que les ayuda a socializar, a evitar la sensación de soledad y abandono. Acaba con el prejuicio de que un viejito debe estar dentro de casa, descansando, cuando en realidad debe estar muy
activo y productivo.
Guillermo Plasencia pertenece al grupo de La Casa del Respiro y hace juguetes y adornos en madera para el hogar. En su juventud fue contador, pero por la edad nadie lo contrató. Decidió llenarse de valentía y salir adelante por su cuenta. Porque, como él dice citando a Facundo Cabral, “nos envejece más la cobardía que el tiempo”.