Mónica Zapata, propietaria de Comercial Alan, muestra su producto: sahumerio y palo santo. Foto: Alfredo Lagla / El Comercio
Ni bien concluyeron las fiestas de Quito, la ciudad se inundó de olores particulares de diciembre: sahumerio y palo santo. Esos aromas se regaron por toda la capital, pero se concentraron particularmente en el Centro Histórico.
Allí, en ciertas calles, también se perciben aromas a especerías, a dulces, a chocolate y a flores.
Pero el olor que está en todas partes y que permanecerá hasta el Carnaval, es el del sahumerio y el palo santo. Aparece en los recodos de las iglesias y conventos, en las esquinas de las calles donde los comerciantes siguen con su afán de vender la mercancía.
María Mercedes Osorio, de 66 años, comenta que desde hace 45 años oferta sahumerio y palo santo y ya sabe que la venta se alargará hasta Carnaval, pues incluso en esa fecha se realizan las misas al Niño Jesús.
En esas ceremonias se utilizan más estos dos productos, porque -como explica René Coba, arzobispo castrense del Ecuador- el sahumerio es un signo de adoración y alabanza a Dios, incluso de purificación.
Por esto último, también se utiliza para limpiar las casas. Lucía Fiallos, vecina de San Juan, madrugó el martes al Centro para comprar estos dos productos. “El primer día del año acostumbro a sahumar toda la casa para traer la buena energía; es una tradición de siempre de mi familia”.
Coba corrobora que esa costumbre se mantiene para “alejar las cosas negativas y que el espíritu del Señor entre a limpiar la morada. Aunque no tiene un signo especial de la iglesia, pero sí un signo de cariño del pueblo”.
El palo santo viene de Zapotillo (Loja) y el sahumerio de Pujilí (Cotopaxi).
Marcelo Zapata, propietario del Comercial Mateo, explica que los vendedores del Centro compran por libras: USD 8 el sahumerio, 6 el incienso y 2 el copal. Esos tres elementos los mezclan para hacer fundas pequeñas que venden a USD 1.
Los otros olores
Entre las calles Cuenca y Bolívar es inevitable no llenarse del aroma de las especerías que inunda el lugar. Mónica Zapata, del Comercial Alan, oferta aliños, canela, anís, clavo de dulce, panela, pimienta…
Todo el año se vende bien estos productos, pero la venta repunta entre octubre, noviembre y diciembre, dice. Durante esos meses se prepara la colada morada, el pavo o el lechón.
En cambio, la esquina de las calles García Moreno y Rocafuerte huele a dulce y maní. Allí se ubican Maní Centro, Kukurucho del Maní y Confitería El Gato. Los tres locales ofertan habas de dulce, maní con ajonjolí, caca de perro…
El olor es más profundo cuando, a media mañana, comienzan a elaborar el producto, comenta John Ríos, propietario del Kukurucho del Maní. Los precios van entre USD 0,30 y 1. Y laboran todos los días.
La zona del chocolate está entre la Sucre y la Guayaquil. Desde 1980, Berta Bonilla sirve chocolate con pan. El producto para hacer la bebida le llega de Huachi (Tungurahua) y el pan lo preparan sus hermanos, todos descienden de una familia panificadora de Ambato. El horario de atención: de lunes a sábado, de 07:00 hasta las 18:30.
Y la fragancia de las flores se enreda entre las calles Venezuela y Bolívar. En esta época es frenética la venta del chagrillo (pétalos de flores). Se vende para hacer los baños energéticos que, por estas fechas, está en lo más alto.
También, a lo largo de la Venezuela se ubican pequeños puestos de hierbas para las limpias. Hay dos clases de atados: de sal (marco, ortiga, ruda, Santamaría, guanto, eucalipto, chilca…) y de dulce (manzanilla, pino, toronjil, menta, romero, arrayán…). Cada uno tiene más de 10 plantas distintas y solo cuesta USD 1.