La av. Juan León Mera cambió su rutina este 7 de octubre del 2015. El programa ‘Pacificando calles’ busca dar más espacio al peatón que a los vehículos. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Es un respiro. Un masaje en la espalda de una ciudad saturada por autos. El programa ‘Pacificando calles’, que se lleva a cabo hoy, miércoles 7 de octubre del 2015, en la Juan León Mera, en La Mariscal, se vive como una fiesta.
Desde las 07:00, las tarimas comenzaron a levantarse. Con cajas de frutas, llantas, tablas, periódicos, cartones y aserrín se formaron stands para exhibir mercadería, poner sillas, abrir espacios para el juego, el diálogo y la convivencia.
Como parte del programa auspiciado por la Administración Zonal y que se prevé realizar hasta las 18:00, se habilitó solo uno de los dos carriles para el paso de vehículos livianos. Los buses, volquetas, camiones y demás vehículos pesados fueron desviados dos cuadras al occidente, por la 9 de octubre.
A las 08:00, el paso de autos que circulaban por la Juan León Mera fue mínimo. Y quienes lo hacían, circulaban despacio, mirando a la gente, sorprendiéndose con la cantidad de jóvenes que trabajaban adornando cada puesto. Se trataba de estudiantes de las facultades de arquitectura y de diseño interior de las universidades San Francisco y Central.
Ana Silva, de 22 años, estudia en la U. San Francisco y desde las 07:10 comenzó a cubrir parte del pavimento con papel periódico y masquin. Ella y cinco compañeros más trabajaron en conjunto con el propietario de un local y decidieron usar parte de la vía para que la gente pinte. Cercaron el espacio con cajas de madera y cartones y colocaron lienzos de papel y pintura.
Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Además, a lo largo de la mañana habrá body painting. El objetivo según Ana es apropiarse de la calle y ampliar el espacio público para darle más protagonismo al peatón y no al motor.
Una de las características que más llama la atención de la gente es la utilización de materiales reciclables. Llantas viejas de vehículos fueron pintadas y se volvieron adornos. Por estas 10 horas, los colores le ganan la batalla al gris del cemento. Las veredas se llenaron de plantas, flores…
Junto al stand de Ana, se levantaron tres de libros. Se puede encontrar textos literarios, educativos y en otros idiomas desde los USD 3.
Pero no es solo la dinámica lo que cambió en la vía. Este día no se escucha el rugir de los motores. Algunos puestos como el de Katalina Mora, colocaron una grabadora con música suave, que representa los sonidos de la naturaleza.
Un equipo de la Secretaría de Ambiente del Municipio recurrió la Juan León Mera con un sonómetro (aparato con el que se mide el nivel de ruido), para constatar si hubo variación en la contaminación acústica. El resultado preliminar evidencia que sí.
El sonido se mide en decibeles. Por esta vía, usualmente, el sonido de una moto, por ejemplo, puede alcanzar hasta los 80 decibeles. El equipo de la Secretaría hizo varias mediciones el día anterior y obtuvieron un promedio de 70 decibeles en cada esquina. La mañana de hoy, ya sin buses, el promedio bajó aproximadamente 10 puntos. Se tomaron 10 mediciones, en tres puntos de cada cuadra.
Las personas caminaban por las aceras y se entretenían con los stands. En uno de ellos, por ejemplo, se podía jugar ping pong. Anaela Cisneros, de 20 años, se detuvo antes de llegar a su lugar de estudios. Felicitó el trabajo de la gente, de las autoridades y se comprometió a regresar con más compañeros una vez terminadas las clases.
Los moradores también estuvieron conformes. Imelda Reascos vive a cuadra y media de la Juan León Mera y contó que hace falta espacios para poder caminar o simplemente sentarse a descansar. “En la mañana esto es muerto y en la noche es insoportable por el ruido. Deberían extender estas actividades hasta la medianoche. Así hasta se controlaría el consumo de licor y drogas”, dijo la mujer.
Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO